Falsos cuerpos y falsas promesas: la trampa detrás de los influencers fitness
Salud
Por: Yael Zárate Quezada - 05/19/2025
Por: Yael Zárate Quezada - 05/19/2025
Entre muchas otras cosas, las redes sociales se han convertido en el nuevo templo del culto al cuerpo. Figuras como Brian "Liver King" Johnson se presentan como semidioses del fitness con cuerpos esculpidos a la perfección, disciplinas extremas y dietas más propias de rituales antiguos que de ciencia moderna. Según su propio relato, Johnson debía su musculatura a un régimen basado en comer hígado crudo, médula y testículos de animales. Pero al final, todo era parte del espectáculo.
Detrás de su imagen de gurú primitivo se escondía un secreto que no era difícil de suponer: el uso intensivo de esteroides. Correos electrónicos filtrados revelaron que gastaba más de 11 mil dólares mensuales en sustancias anabólicas. Mientras tanto, vendía suplementos con la promesa de que cualquiera podía lucir como él sin necesidad de agujas, solo con su método "ancestral".
Al descubrirse la farsa, la contradicción no sólo traicionó la confianza de millones de seguidores, sino que también nos hace preguntarnos ¿por qué queremos creer en estas ficciones?
Porque, en efecto, Liver King no fue el primero. Ni será el último. Un artículo reciente del diario The Guardian expone una tradición engañosa que data desde los años 80, cuando el famoso luchador, Hulk Hogan aseguraba que su cuerpo era el resultado de rezar, entrenar duro y comer bien, hasta que tuvo que admitir su uso prolongado de esteroides. Este tipo de figuras se nos presentan en medio de comunicación y redes sociales como modelos a seguir y a partir de ahí, se va imponiendo una forma de vivir, una forma de pensar y todo un sistema de valores propios de quienes ostentan el poder. Dicho de otro modo, los cuerpos son el vehículo para implementar un modus vivendi que se alinee con el status quo.
Y el patrón se repite con imágenes cuidadosamente retocadas, discursos inspiracionales y productos milagrosos. Todo adornado con filtros y una ética flexible y que en tiempos más actuales, hay quienes juran que los baños de hielo, la respiración profunda y las dietas cetogénicas son el secreto del éxito. El problema no es solo el engaño en sí, sino el daño colateral que genera a toda una generación.
En el contexto latinoamericano, México vivió un caso similar con la actriz e influencer Bárbara de Regil. En 2021 fue señalada por el nutriólogo Aries Terrón por promocionar un suplemento proteico con fórmulas engañosas. Tras someter el producto a pruebas, Terrón descubrió que su composición incluía "aminospiking", una técnica que introduce aminoácidos de forma artificial para reducir costos de producción, pero sin aportar beneficios reales al consumidor. Según el especialista, este tipo de prácticas no solo carecen de utilidad, sino que pueden ser perjudiciales para la salud.
La denuncia le valió a Terrón una ola de acoso en redes y amenazas. Por su parte, Regil se deslindó asegurando que si el producto no funcionaba era porque las personas “no lo usaban bien”. El debate que siguió dejó al descubierto que la responsabilidad ética de quienes tienen voz e influencia no siempre va de la mano con la verdad y mucho menos con el rigor científico.
Como vemos, el problema no es nuevo, pero sí urgente. La visibilidad que tienen estas figuras crea modelos irreales que afectan directamente la autoestima, los hábitos alimenticios y la salud mental de sus audiencias. Lo mínimo que se les puede exigir es honestidad. No ya por un deber moral, sino por el efecto que sus palabras tienen en miles o millones de personas.
James Smith, entrenador personal y autor británico, ha hablado abiertamente sobre el uso de esteroides. En uno de los fragmentos citados por The Guardian, admite haberlos utilizado y destaca que incluso hoy, a sus 35 años, sigue una terapia de reemplazo de testosterona.
¿Será muy ambicioso pedir transparencia cuando lo que mueve al mundo son los hilos de la mercantilización?