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En un México cinematográfico que sigue respirando al ritmo de los grandes de la última década, voces como las de Tatiana Huezo, Fernanda Valadez, David Zonana y Michelle Garza Cervera emergen con fuerza. Estas voces no solo dialogan con el legado cercano de Cuarón, Del Toro e Iñárritu, sino que nos ofrecen una nueva mirada al dolor, la belleza y la violencia que definen nuestra realidad

En el eco que dejaron los tres grandes artífices del cine mexicano contemporáneo —Cuarón, Del Toro, Iñárritu— se escucha ahora un nuevo caleidoscopio de visiones. Algunos caminan con el filo expuesto, otros con la herida abierta. Pero todos filman con el alma en carne viva. Estas son algunas de las voces que hoy encarnan el temblor, la belleza y la denuncia del cine mexicano.

 

Tatiana Huezo (1972)

Huezo no filma, exorciza. En El lugar más pequeño (2012) y Tempestad (2016), la memoria es una herida que sigue supurando, y ella la acaricia con una cámara que entiende el silencio como lenguaje. Con Noche de fuego (2021), ficciona el dolor de las niñas que crecen entre el narco y el olvido. Su estilo es contemplativo, profundamente poético. Obsesiones: la resiliencia, el cuerpo femenino como trinchera, la memoria.

 

Fernanda Valadez (1981)

Con Sin señas particulares (2020), Valadez desdobló la tragedia de los desaparecidos con una mirada digna, fértil en sombras. Su cine camina al borde del realismo mágico, con silencios largos y una narrativa que respira al ritmo del dolor. Obsesiones: la ausencia, la madre que busca, la frontera como herida abierta.

 

Lila Avilés (1982)

En La camarista (2018), Lila reveló lo invisible: la vida secreta de quienes limpian las huellas de otros. Con Témpano (2023), se aleja de lo doméstico sin perder la delicadeza. Su estilo es minimalista, observacional, pero brutalmente emotivo. Obsesiones: el trabajo, la soledad, los espacios cerrados como espejo del alma.

 

David Zonana (1989)

Zonana no mira: confronta. Mano de obra (2019) es un golpe seco al privilegio. Heroico (2023) denuncia con frialdad quirúngica la brutalidad institucional. Usa actores no profesionales y planos largos que incomodan. Obsesiones: la clase, el cuerpo explotado, la violencia estructural.

 

Alonso Ruizpalacios (1978)

Dócil pero salvaje, elegante pero punzante. Güeros (2014) y Museo (2018) desarman el lenguaje del cine y lo reconstruyen con ironía. Juega con las formas, rompe el espejo. Obsesiones: la identidad, la ciudad como personaje, el cine mismo.

 

Michelle Garza Cervera (1987)

Su ópera prima Huesera (2022) consolidó a Michelle Garza Cervera como una voz distintiva en el cine de terror mexicano. Aunque su única película destacable al momento es Huesera, esa película la posiciona como una mirada necesaria e interesante para el cine mexicano.

 

Estas voces no buscan imitar a los gigantes, sino dialogar con sus sombras. Heredan la pasión, pero escriben en otros lenguajes. El cine mexicano hoy no es un eco del pasado, sino un crisol en ebullición donde cada mirada es una nueva herida que arde, una nueva belleza que se arriesga.


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Imágen de portada: «Huesera», Michelle Garza Cervera, 2023