Cónclave 2025: ¿llegó el momento de un papa africano?
Sociedad
Por: Yael Zárate Quezada - 05/06/2025
Por: Yael Zárate Quezada - 05/06/2025
El cónclave para elegir al nuevo líder de la Iglesia Católica está por comenzar y las expectativas sobre quién será el próximo papa ya han comenzado. Algunas opiniones coinciden en que el siguiente Santo Padre deberá ser alguien afín a las ideas del recién fallecido Jorge Bergoglio para darle continuidad a su visión de una nueva institución que incluya más y comprenda mejor a las generaciones que ya están pero que también ya vienen.
En contraste hay algunas otras opiniones que han puesto distancia de esta postura y, por el contrario, apuestan por regresar a la Iglesia católica a tiempos más conservadores y dogmáticos. En este vaivén por descubrir quién será la próxima persona que se siente en el trono de San Pedro, sobresale una pregunta que podría cambiar el rumbo de cómo se ha vivido la historia hasta ahora del llamado representante de Dios en la Tierra.
Con Francisco el mundo ya vio a su primer papa latinoamericano, lo que generó una revolución no solo en la forma en que se comenzó a ver al catolicismo sino también en la manera en que los mensajes desde la institución comenzaron a ser diferentes, como no antes vistas. Tomando esto como referencia ¿estamos ante una nueva posibilidad de tener un papa africano?
La pregunta no es nueva, pero nunca ha sonado tan fuerte. Con cerca del 20% de los católicos del mundo residiendo en África, según el mismo Vaticano —un continente donde la fe crece con una vitalidad poco vista en otras regiones—, parecería lógico que se considere seriamente la elección de un pontífice africano. Sin embargo, más allá de la estadística y el simbolismo, lo que está en juego es la dirección futura de una Iglesia profundamente dividida.
Entre los nombres que resuenan con más fuerza están el cardenal Robert Sarah (Guinea), el cardenal Peter Turkson (Ghana) y el cardenal Fridolin Ambongo (República Democrática del Congo). Cada uno con trayectorias sólidas y visiones propias, pero que comparten una interpretación del catolicismo más cercana al dogma tradicional que a la visión reformista de Francisco. Un detalle que no pasa desapercibido.
Tomemos por ejemplo a Ambongo, arzobispo de Kinshasa, quien firmó una carta colectiva de obispos africanos donde se oponía a las bendiciones no litúrgicas para parejas del mismo sexo, una medida respaldada recientemente por el Vaticano bajo Francisco.
También está Robert Sarah, conocido por su preferencia por la misa en latín y su defensa de un catolicismo de silencios, ayunos y firmeza doctrinal. Incluso Turkson, quien ha tenido un perfil más moderado y ha trabajado en cuestiones sociales y ecológicas, no ha estado del todo alineado con los sectores progresistas.
No se trata únicamente de una disputa ideológica. Lo que el cónclave pondrá sobre la mesa es una pregunta más profunda, ¿qué tipo de liderazgo necesita hoy la Iglesia para no quedarse atrás frente a un mundo en cambio constante? ¿Debe apostar por un giro cultural que incluya nuevas geografías, aunque implique también un retroceso en términos de apertura?
Sin duda, el simbolismo de un papa africano sería inmenso y daría un mensaje poderoso no solo para el continente, sino para el llamado "sur global", cada vez más protagonista en temas políticos y espirituales. ¿Representaría también una reconciliación con las raíces más antiguas del cristianismo, que encontró suelo fértil en el norte de África antes de expandirse por Europa?