*

Tan solo cinco minutos de publicidad de comida chatarra bastan para alterar el comportamiento alimenticio de los niños durante todo un día. La manipulación mediática empieza más temprano de lo que creemos.

Estamos saturados de pantallas, estímulos visuales y campañas de marketing cuidadosamente diseñadas para seducir y en este sentido, la infancia parece estar perdiendo una de sus facultades más esenciales para la vida y esta es la libertad de elegir. Un reciente estudio presentado en el Congreso Europeo sobre Obesidad, realizado por investigadores de la Universidad de Liverpool, expone un dato perturbador: tras tan solo cinco minutos de exposición a anuncios de comida chatarra, niños de entre siete y quince años consumen, en promedio, 130 calorías adicionales en un solo día.

Lejos de tratarse de una anécdota inofensiva, este incremento —equivalente a dos rebanadas de pan— representa un patrón conductual profundamente condicionado. Lo más inquietante del estudio es que los alimentos consumidos posteriormente no estaban relacionados con los anunciados, ni tenían la marca, ni se trataba del mismo producto. Los investigadores simplemente ofrecieron bocadillos neutros como uvas o botones de chocolate y, más tarde, una comida balanceada con opciones dulces, saladas y saludables. Aún así, la influencia publicitaria se mantuvo.

El hallazgo apunta hacia un fenómeno que va más allá del deseo de un producto específico. Es la instalación de una urgencia, un hambre artificial generada por estímulos que activan zonas cerebrales vinculadas al placer inmediato que evocan al cerebro reptiliano, ese que es el más básico y antiguo; el que no necesita pensar las decisiones, solo tomarlas.

Emma Boyland, autora principal del estudio y profesora de marketing alimentario y salud infantil, subraya que este es el primer trabajo que demuestra que la publicidad de marcas alimentarias modifica directamente la conducta alimenticia, incluso horas después de haber sido vista. Y no importa el formato, ya sea un video en redes, un podcast, un cartel o una parada de autobús, el mensaje impacta igual.

Este tipo de hallazgos cuestiona la eficacia de medidas gubernamentales como la prohibición de anuncios de comida chatarra antes de las 9 p. m., vigente a partir de octubre en Reino Unido. Si la publicidad tiene un impacto prolongado en el comportamiento infantil, ¿de qué sirve limitarla por horario si continúa presente en el espacio público y digital, aunque sea sin mostrar productos directamente?

Por su parte, la Dra. Helen Stewart, del Real Colegio de Pediatría y Salud Infantil, lo sintetiza al señalar que “No se puede combatir la obesidad infantil sin regular de manera integral la industria alimentaria”. Actualmente, los niños de zonas marginadas presentan el doble de tasas de obesidad que sus pares con mayores recursos. No es sólo un problema nutricional; es una cuestión de justicia social y de salud pública.

¿Dónde queda entonces el libre albedrío cuando la voluntad infantil es objeto de diseño? ¿Cuántas decisiones alimenticias, emocionales o incluso existenciales estamos tomando en piloto automático, empujados por deseos que nunca fueron realmente nuestros?

Esta es una de las heridas más profundas y narcisistas de la humanidad como ya lo había adelantado Sigmund Freud al señalar que no estamos conscientes de nuestras ideas, pensamientos, deseos y temores. No nos pertenecemos hasta que no estemos conscientes de ello. 


También en Pijama Surf: Los 25 alimentos más adictivos del mundo, según estudios


Imagen de portada: Fertnig