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¿En qué momento el amor se convirtió en una transacción? Cada 10 de mayo, el Día de las Madres en México genera una derrama económica millonaria

Cada año, el 10 de mayo el panorama cotidiano en México se transforma y nos vienen imágenes de restaurantes a reventar, filas interminables en florerías y tiendas de regalos con grandes etiquetas de precio. Aunque muchos lo viven como una jornada de ternura y nostalgia, realmente cuántos se detienen a mirar más allá del aparador y preguntarse, ¿qué significa realmente el Día de las Madres?

La maternidad ha sido reconocida desde la época prehispánica, con rituales a deidades como Cihuacóatl, diosa de la fertilidad, la lluvia y la protección, o Xochiquétzal, deidad de la belleza, la fecundidad y el poder sexual femenino. La madre no solo era quien daba vida, sino también guardiana de los ciclos naturales y símbolo de fuerza creadora.

Sin embargo, el Día de las Madres como hoy lo conocemos no surgió de una revelación espiritual ni de un acuerdo entre generaciones para honrar el vientre que nos dio vida. Fue una estrategia política. 

En 1922, Rafael Alducín, entonces director del periódico Excélsior, impulsó la institucionalización de esta fecha con el apoyo de José Vasconcelos, secretario de Educación Pública. ¿El motivo? Una respuesta conservadora ante el movimiento feminista que emergía en Yucatán, liderado por Esperanza Velázquez, quien promovía la planificación familiar. Así, celebrar a las madres se convirtió también en una forma de reafirmar el rol tradicional de la mujer como madre, cuidadora y eje del hogar.

Desde entonces, cada 10 de mayo ha sido una suerte de ritual colectivo donde la figura materna se enaltece y, al mismo tiempo, se instrumentaliza. 

Las estadísticas hablan por sí solas. Este 2025, la Confederación Nacional de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo (Concanaco Servytur) estimó que la derrama económica por el Día de las Madres alcanzará los 88 mil millones de pesos. Es una cifra muy grande que involucra a cerca de 5 millones de unidades económicas, sobre todo en sectores como restaurantes, florerías, pastelerías, tiendas de ropa, calzado, joyería, electrodomésticos y perfumería.

Asimismo, el gasto promedio por persona, según la misma organización, va de los 500 hasta los 5 mil pesos. Comparado con los años anteriores —70 mil millones en 2023 y 80 mil millones en 2024—, la tendencia es que cada año gastamos más. ¿Eso significa que queremos más? ¿O simplemente que la maquinaria del consumo ha sabido camuflarse como afecto?

En este contexto es válido preguntarse si el amor puede —o debe— medirse en pesos ¿Realmente estamos celebrando o simplemente respondiendo a una inercia de consumo? El riesgo está en convertir lo sagrado en costumbre, y lo esencial en etiqueta con código de barras.

Quizá la verdadera celebración no requiera tarjetas doradas ni cenas de tres tiempos. Porque el amor —que se sostiene desde la infancia— no debería ser un evento anual, ni mucho menos un gasto obligatorio.


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Imagen de portada: Juj Winn