Mario Vargas Llosa: anatomía del poder y sus cicatrices
Libros
Por: Carolina De La Torre - 04/14/2025
Por: Carolina De La Torre - 04/14/2025
Hay novelas que se leen con el cuerpo. Que dejan cicatrices invisibles, como si alguien hubiera pasado lentamente una daga tibia por la conciencia. Mario Vargas Llosa –el autor que transgredió la ficción con la misma rabia con la que otros disparan fusiles– esculpió en su literatura el lado más oscuro del poder. No para celebrarlo, sino para diseccionarlo. Para mostrar, sin anestesia, el rostro deforme del fanatismo, la dictadura, la corrupción, el miedo.
Cada una de sus novelas políticas es un espejo astillado. En ellas no hay respuestas, sino heridas abiertas.Desde el sertón brasileño hasta las oficinas opacas de Lima, desde los palacetes tropicales del Caribe hasta las selvas explotadas por la fiebre del caucho, Vargas Llosa retrató cómo el autoritarismo se infiltra en las venas de las naciones y sobre todo en las conciencias individuales. En sus mejores novelas políticas, la historia no es memoria: es una cicatriz que aún supura.
Inspirada en la Guerra de Canudos (1896-1897), esta novela monumental se sitúa en el sertão brasileño, una tierra seca y marginal donde los ecos de la modernidad republicana no llegan… o llegan como castigo. Allí, el consejero —una figura milenarista basada en Antonio Conselheiro— predica una utopía mística que seduce a los miserables. La República reacciona como suelen hacerlo los estados cuando no comprenden lo que temen: con violencia desmedida.
Vargas Llosa transforma un episodio histórico relegado en una fábula brutal sobre cómo el poder político y el fanatismo religioso pueden crear monstruos. No hay buenos ni malos: solo el choque entre dos visiones del mundo, ambas ciegas. El ejército masacra a miles en nombre de la civilización; los fieles mueren en nombre de un paraíso que nunca existió. Una advertencia rotunda sobre lo que ocurre cuando las instituciones abandonan a los suyos… y los dioses bajan del cielo para llenar ese vacío.
En esta obra despiadada, Vargas Llosa revive el régimen de Rafael Leónidas Trujillo, dictador de República Dominicana entre 1930 y 1961. Pero no se limita a contar los hechos: los encarna. A través de la historia de Urania Cabral –hija de un colaborador del régimen que regresa tras décadas de exilio–, se nos revela una nación que fue violada no solo política, sino físicamente. La dictadura se convierte en un acto de posesión literal del cuerpo femenino, símbolo de la patria humillada.
La figura de Trujillo aparece como un macho senil y patético, pero aún letal. Su dominio se sostiene no solo en el miedo, sino en la humillación sistemática. La fiesta del Chivo no es una novela sobre un dictador, sino sobre el trauma colectivo que deja un régimen cuando se mete hasta en las camas, las plegarias y las infancias. Y sobre la cobardía social que lo hace posible.
¿En qué momento se jodió el Perú? La pregunta, que Santiago Zavala lanza al aire entre tragos de cerveza y desesperanza, es el corazón de esta novela. Ambientada en los años de la dictadura de Manuel A. Odría (1948–1956), Conversación en La Catedral es una autopsia de la vida bajo una dictadura que no necesita fusiles en la calle: le basta con corromper el alma de sus ciudadanos.
A través de múltiples voces y recuerdos fragmentados, la novela retrata a una sociedad donde el poder se reproduce en todos los niveles: desde la política hasta el periodismo, desde los burdeles hasta las familias. La dictadura no es una anomalía: es un síntoma. La verdadera tragedia, parece decirnos Vargas Llosa, no es el tirano… sino todos aquellos que aprendieron a vivir con él.
En esta novela, el autor nos traslada a Guatemala en los años 50, donde un golpe de Estado –auspiciado por la CIA y por los intereses de la United Fruit Company– derroca al presidente Jacobo Árbenz. Vargas Llosa expone, con precisión quirúrgica, cómo se cocinan las dictaduras desde los despachos imperiales, cómo los medios fabrican "verdades" a conveniencia, y cómo el miedo al comunismo sirvió de pretexto para instaurar régimenes aún más brutales.
La novela conecta con otras figuras clave de la región, como Trujillo y Somoza, y construye una geografía de la traición política. Tiempos recios es un recordatorio incómodo: muchas de nuestras peores pesadillas no fueron causadas por nuestros pueblos, sino impuestas desde afuera... con aplausos locales.
Basada en la vida de Roger Casement, diplomático británico convertido en activista independentista irlandés, esta novela narra el horror de dos imperios: el belga en el Congo y el peruano en la Amazonía. A través de los ojos de Casement, Vargas Llosa muestra la brutalidad con la que el poder económico explota territorios y cuerpos, amparado en la indiferencia del mundo civilizado.
El verdadero enemigo aquí no es un dictador de carne y hueso, sino el sistema global de explotación. Casement, como los personajes de sus otras novelas, no logra escapar indemne. Ni de lo que vio, ni de lo que creyó. Porque la verdad, cuando se mira de frente, no redime. Solo quema.
Leer a Vargas Llosa no es cómodo. No debe serlo. Su obra política es una advertencia escrita con sangre ajena. Nos recuerda que el poder es una bestia que siempre encuentra una forma de mutar: a veces se disfraza de religión, otras de progreso, otras de justicia. Pero siempre exige lo mismo: obediencia, silencio, olvido.