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Una entrevista rescatada de 1926 revela el pensamiento más íntimo de Sigmund Freud sobre la muerte, el alma humana, la cultura y su escepticismo frente al deseo de inmortalidad: un retrato lúcido del padre del psicoanálisis

Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, es sin duda una de las figuras más revolucionarias del pensamiento moderno. Su visión de la mente humana, atravesada por pulsiones inconscientes, contradicciones internas y deseos reprimidos, no sólo cambió la forma en que concebimos la mente humana, sino que también ofreció una interpretación radical de la civilización misma. 

En una entrevista concedida en 1926 al poeta y periodista George Sylvester Viereck, Freud desplegó una síntesis de sus ideas más profundas sobre temas como el alma humana, la vida y la muerte. 

George Sylvester Viereck, su interlocutor en esta entrevista, fue una figura controvertida: poeta germano-estadounidense, periodista influyente y, con el tiempo, un ferviente defensor del nazismo. Sin embargo en este encuentro actúa más como testigo de un momento intelectual invaluable.

En tanto, Freud, desde su refugio en los Alpes suizos, genera varias reflexiones que oscilan entre el desencanto por la humanidad y una lúcida aceptación de las fuerzas oscuras que la rigen. Entre Eros y Tánatos, entre el impulso de vida y la pulsión de muerte, el psicoanalista austriaco propone una comprensión de la existencia que sigue interpelando a la conciencia moderna. 

Cabe mencionar además que esta conversación por varios años se creyó perdida, hasta que finalmente fue rescatada en el volumen Psychoanalysis and the Future publicado en Nueva York en 1957.

Compartimos a continuación algunos fragmentos esenciales de esta histórica entrevista.

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- George Sylvester Viereck: ¿Usted cree en la persistencia de la personalidad después de la muerte, de la forma que sea? 

Sigmund Freud: No pienso en eso. Todo lo que vive perece. ¿Por qué debería el hombre constituir una excepción? 

- George Sylvester Viereck: ¿Le gustaría retornar en alguna forma, ser rescatado del polvo? ¿Usted no tiene, en otras palabras, deseo de inmortalidad? 

S. Freud: Sinceramente no. Si la gente reconoce los motivos egoístas detrás de la conducta humana, no tengo el más mínimo deseo de retornar a la vida; moviéndose en un círculo, sería siempre la misma. Más allá de eso, si el eterno retorno de las cosas, para usar la expresión de Nietzsche, nos dotase nuevamente de nuestra carnalidad y lo que involucra, ¿para qué serviría sin memoria? No habría vínculo entre el pasado y el futuro. Por lo que me toca, estoy perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir finalmente pasará. Nuestra vida es necesariamente una serie de compromisos, una lucha interminable entre el ego y su ambiente. El deseo de prolongar la vida excesivamente me parece absurdo. 

- George Sylvester Viereck: ¿El Señor Freud está practicando mucho psicoanálisis? S. Freud: Ciertamente. En este momento estoy trabajando en un caso muy difícil, intentando desatar conflictos psíquicos de un interesante paciente nuevo. Mi hija también es psicoanalista como usted puede ver.... (En ese momento apareció Miss Anna Freud, acompañada por su paciente, un muchacho de once años de facciones inconfundiblemente anglosajonas) George Sylvester Viereck: ¿Usted ya se analizó a sí mismo? 

S. Freud: Ciertamente. El psicoanalista debe constantemente analizarse a sí mismo. Analizándonos a nosotros mismos, estamos más capacitados para analizar a otros. El psicoanalista es como un chivo expiatorio de los hebreos, los otros descargan sus pecados sobre él. El debe practicar su arte a la perfección para liberarse de los fardos cargados sobre él. 

- George Sylvester Viereck: A veces imagino si no seríamos más felices si supiésemos menos de los procesos que dan forma a nuestros pensamientos y emociones. El psicoanálisis le roba a la vida su último encanto, al relacionar cada sentimiento a su original grupo de complejos. No nos volvemos más alegres descubriendo que todos abrigamos al criminal o al animal. 

S. Freud: ¿Qué objeción puede haber contra los animales? Yo prefiero la compañía de los animales a la compañía humana.

George Sylvester Viereck: ¿Por qué?

S. Freud: Porque son más simples. No sufren de una personalidad dividida, de la desintegración del ego, que resulta de la tentativa del hombre de adaptarse a los patrones de civilización demasiado elevados para su mecanismo intelectual y psíquico. El salvaje, como el animal, es cruel, pero no tiene la maldad del hombre civilizado. La maldad es la venganza del hombre contra la sociedad, por las restricciones que ella impone. Las más desagradables características del hombre son generadas por ese ajuste precario a una civilización complicada. Es el resultado del conflicto entre nuestros instintos y nuestra cultura. Mucho más desagradables que las emociones simples y directas de un perro, al mover su cola, o al ladrar expresando su displacer. Las emociones del perro (añadió Freud pensativamente), nos recuerdan a los héroes de la antigüedad. Tal vez sea esa la razón por la que inconscientemente damos a nuestros perros nombres de héroes como Aquiles o Héctor. 

- George Sylvester Viereck: Mi cachorro es un doberman Pinscher llamado Ájax.

S. Freud: (sonriendo) Me contenta saber que no pueda leer. ¡El sería ciertamente, el miembro menos querido de la casa, si pudiese ladrar sus opiniones sobre los traumas psíquicos y el complejo de Edipo! 

- George Sylvester Viereck: El psicoanálisis dio nuevas intensidades a la literatura. 

S. Freud: También recibí mucho de la literatura y la filosofía. Nietzche fue uno de los primeros psicoanalistas. Es sorprendente ver hasta qué punto su intuición preanuncia las novedades descubiertas. Ninguno se percató más profundamente de los motivos duales de la conducta humana, y de la insistencia del principio del placer en predominar indefinidamente que él. El Zaratustra dice: 'El dolor grita: ¡Va! Pero el placer quiere eternidad Pura, profundamente eternidad'. El psicoanálisis puede ser menos discutido en Austria y en Alemania que en los Estados Unidos, su influencia en la literatura es inmensa por lo tanto. Thomas Mann y Hugo Von Hofmannsthak mucho nos deben a nosotros. Schnitzler recorre un sendero que es, en gran medida, paralela a mi propio desarrollo. El expresa poéticamente lo que yo intento comunicar científicamente. Pero el Dr. Schnitzle no es ni siquiera un poeta, es también un científico. 

- George Sylvester Viereck: Usted no sólo es un científico, también es un poeta. La literatura americana está impregnada de psicoanálisis. Hupert Hughes, Harvrey O'Higgins y otros, son sus intérpretes. Es casi imposible abrir una nueva novela sin encontrar alguna referencia al psicoanálisis. Entre los dramaturgos Eugene O'Neill y Sydney Howard tienen una gran deuda con usted. 'The Silver Cord' por ejemplo, es simplemente una dramatización del complejo de Edipo. 

S. Freud: Yo sé y entiendo el cumplido que hay en esa afirmación. Pero, tengo cierta desconfianza de mi popularidad en los Estados Unidos. El interés americano por el psicoanálisis no se profundiza. La popularización lo lleva a la aceptación sin que se lo estudie seriamente. Las personas apenas repiten las frases que aprenden en el teatro o en las revistas. Creen comprender algo del psicoanálisis porque juegan con su argot. Yo prefiero la ocupación intensa con el psicoanálisis, tal como ocurre en los centros europeos, aunque Estados Unidos fue el primer país en reconocerme oficialmente. La Clark University me concedió un diploma honorario cuando yo siempre fui ignorado en Europa. Mientras tanto, Estados Unidos hace pocas contribuciones originales al psicoanálisis. Los americanos son jugadores inteligentes, raramente pensadores creativos. Los médicos en los Estados Unidos, y ocasionalmente también en Europa, tratan de monopolizar para sí al psicoanálisis. 


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Imagen de portada: Bettman