Cuando se aproxima el Viernes Santo, surge una creencia popular que ha resistido generaciones: “Va a llover porque es un día sagrado”. Algunas versiones aseguran incluso que la lluvia llegará exactamente a las 3 de la tarde, hora en que, según la tradición cristiana, Jesús murió en la cruz. Esta idea se repite con la misma convicción con la que muchas personas profesan sus rituales de temporada. Y aunque no siempre ocurre, los registros meteorológicos muestran que tampoco es raro que llueva en esa fecha.
Una de las explicaciones más extendidas sostiene que la lluvia del Viernes Santo simboliza el cielo lavando los pecados de la humanidad. Desde esta perspectiva, el agua no solo purifica, sino que recuerda el sacrificio de Cristo. Esta visión espiritual, cargada de misticismo, también refleja la herencia de una religiosidad que asocia lo divino con la culpa y el castigo.
El fenómeno también puede explicarse desde un enfoque meteorológico. El Viernes Santo suele celebrarse entre marzo y abril, justo al inicio de la primavera en el hemisferio norte. En este periodo, los sistemas atmosféricos se vuelven más inestables, aumenta la humedad y es más probable que ocurran lluvias.
Además, es común que durante esta temporada las masas de aire frío choquen con aire cálido y húmedo, provocando zonas de baja presión. El resultado son lluvias o tormentas que no distinguen fechas religiosas, pero que pueden coincidir con ellas en el calendario.
Algunos también apuntan hacia la Luna, sobre todo si el Viernes Santo coincide con luna llena. La llamada “Luna rosa” —que este 2025 se presentó el 13 de abril— es una de las más visibles de la primavera. Aunque no existe evidencia científica que confirme que influya directamente en las lluvias, su presencia refuerza el halo de sincronicidad cósmica que rodea estas fechas.
Tal vez no se trate de una simple coincidencia, sino de un entrecruzamiento entre clima, simbolismo y memoria colectiva. A fin de cuentas, muchas creencias sobreviven no porque sean ciertas, sino porque nos conectan con algo más grande.
Y si este viernes cae lluvia, ya sea al amanecer o a media tarde, quizá no haga falta una explicación científica ni espiritual. Bastará con levantar la mirada, mojarse un poco… y aceptar que no todo tiene que entenderse: algunas cosas simplemente se sienten.