Dream Pop: una ensoñación suave de tonos saturados (GUÍA DE ESCUCHA)
AlterCultura
Por: Carolina De La Torre - 04/29/2025
Por: Carolina De La Torre - 04/29/2025
Como su nombre lo susurra –más que decirlo–, el dream pop es una ensoñación suave. Una fuerza contenida, como si una tormenta se hubiera dejado envolver en tul. No es exactamente pop ni pretende serlo; en su suavidad hay densidad, en sus suspiros hay peso, y en su estética brumosa, una claridad emocional que no necesita gritar para estremecer.
El dream pop nace en la década de los ochenta, entre sintetizadores analógicos y guitarras que se diluyen como acuarelas en un charco. Surge principalmente en el Reino Unido, como una respuesta oblicua al auge del post-punk y del new wave. Es un género que se niega al arrebato, que elige la evocación en lugar de la declaración. Aparece cuando algunos músicos comienzan a priorizar el ambiente sobre la estructura, el tono sobre la palabra, la atmósfera sobre el discurso.
Los primeros suspiros del dream pop vienen de bandas como Cocteau Twins, cuyas voces eran más instrumento que mensaje; de This Mortal Coil, con sus arreglos que parecían esculpidos en humo, y de grupos que se movían en el umbral entre la lucidez y el sueño.
Aunque el término dream pop se volvió de uso común más adelante, fue la banda A. R. Kane quien primero lo usó para describir su propio sonido: una mezcla de soul psicodélico, ruido, ambient y pop brumoso. Más tarde, críticos como Simon Reynolds y revistas como Melody Maker o NME comenzaron a usar el término para agrupar a estas bandas que compartían una sensibilidad nebulosa, emocionalmente cargada pero estilísticamente escurridiza.
Porque lo es: un pop que sueña. Pero no es sueño dulce ni naíf. Es un sueño saturado de emociones sin forma precisa. Un lienzo donde los colores están presentes, pero difuminados. El dream pop no se escucha, se habita. Es una habitación con las cortinas cerradas, donde la luz entra tamizada por recuerdos. Y aunque su nombre incluya la palabra pop, no tiene la estructura complaciente del género: se mueve lento, no busca el hit, sino el trance.
Voces etéreas, muchas veces femeninas, que no buscan imponerse sino envolver. Guitarras con reverberación, sintetizadores que laten como corazones electrónicos, percusiones suaves que no interrumpen el flujo sino que lo acompañan. En el dream pop, todo parece sumergido en una burbuja de agua tibia.
Los tempos suelen ser medios o lentos. La claridad lírica no es una prioridad: muchas veces las letras se desdibujan a propósito, como si fueran un eco que ya no recuerda bien lo que dijo. La música no te lleva de la mano: te deja flotando.
Y aunque sí es más soft que, por ejemplo, el new wave o el post-punk, en su interior habita una intensidad brutal. El dream pop es como un día lluvioso con sol suave y arcoíris. Como la vida misma, está cargado de dolor y belleza al mismo tiempo. Se saborea como un caramelo suave con relleno ácido: entra dulce, pero deja una punzada. Una nostalgia luminosa. Un golpe envuelto en seda.
Cocteau Twins: los padres espirituales del género. Liz Fraser canta como si canalizara una lengua que no pertenece a este mundo.
This Mortal Coil: un colectivo de músicos creado por el sello 4AD, que fue el laboratorio emocional del dream pop.
Mazzy Star: con su melancolía desértica y la voz dormida de Hope Sandoval, tradujeron el dream pop al idioma americano.
Beach House: quizá los herederos más consistentes. Han mantenido la estética onírica viva desde los dosmiles hasta hoy.
A. R. Kane: a veces olvidados, pero esenciales. Ellos mismos usaron por primera vez el término dream pop para describir su sonido.
El dream pop se diluyó y se reformó una y otra vez. Fue semilla para géneros como el shoegaze, el chillwave y hasta algunas ramas del indie electrónico. Se volvió un lenguaje en sí mismo: bandas de distintas latitudes han tomado su esencia para mezclarla con folklore, con electrónica, con ritmos urbanos. No murió, sino que se volvió fantasma, y los fantasmas no desaparecen: se adaptan.
Hoy en día, artistas como Cigarettes After Sex, Japanese Breakfast, Men I Trust o Alvvays retoman la bruma emocional del dream pop y la filtran a través de una sensibilidad contemporánea. Sigue siendo un lugar seguro para los que no quieren gritar, pero tampoco callar.
El dream pop se ve como se escucha: pálido pero saturado. Es una contradicción visual hecha música. Sus portadas suelen evocar niebla, cuerpos desdibujados, naturalezas estáticas, flores marchitas en cámara lenta. La estética 4AD —con diseños de Vaughan Oliver— fue esencial para definir su identidad visual: sensual sin ser explícita, nostálgica sin ser retro.
Vestirse de dream pop es vestir de terciopelo negro, con labios rojos en penumbra, o con blusas transparentes a la luz de una vela. Es más sugerencia que afirmación. Más emoción que concepto.
El dream pop coquetea con el shoegaze, el trip hop, el ambient, incluso con el folk o el lo-fi. Es líquido: toma la forma del recipiente que lo contiene, sin dejar de ser él mismo. No le interesa la pureza de género, sino la fidelidad emocional. Se deja contaminar por todo lo que sume a su hechizo.
Una pequeña constelación para sumergirse lentamente:
“Lorelei” – Cocteau Twins (1984)
“Sea, Swallow Me” – Cocteau Twins & Harold Budd (1986)
“Song to the Siren” – This Mortal Coil (1983)
“Fade Into You” – Mazzy Star (1993)
“Look on Down from the Bridge” – Mazzy Star (1996)
"Bluebird" de Beach House (2012)
“Myth” – Beach House (2012)
“Baby Blue” – Cigarettes After Sex (2017)
“Green Hazed Daze” – A.R. Kane (1988)
“Show Me How” – Men I Trust (2018)
“Boyish” – Japanese Breakfast (2017)
“Archie, Marry Me” – Alvvays (2014)
“Heaven or Las Vegas” – Cocteau Twins (1990)
"Throwing Back the Apple" – Pale Saints (1992)
Cada una es una entrada a ese universo brumoso. No es un viaje que se entienda de golpe, pero sí se siente desde el primer acorde.