Cada 30 de abril se celebraba en México el Día del Niño, una fecha que evocaba fiestas escolares, dulces y actividades infantiles. Sin embargo, en años recientes, tanto en México como en otros países de América Latina, comenzó a tomar fuerza una pregunta, ¿es suficiente hablar solo del "niño"? ¿Dónde quedan las niñas?
En un esfuerzo por construir una mirada más incluyente, desde 2018 en México la celebración se ha denominado de forma más amplia como Día del Niño y la Niña. Este cambio comenzó a aparecer en comunicados oficiales, eventos institucionales y campañas públicas. Así, el lenguaje empezó a reflejar una realidad más compleja y diversa.
Pero el impulso por transformar el nombre de esta fecha no es exclusivo de México. En Argentina, hasta el año 2020 se hablaba también del "Día del Niño". Sin embargo, desde entonces, el Ministerio de Desarrollo Social, a través de su Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, propuso renombrarlo como Día de las Infancias. La intención es representar la pluralidad de maneras de ser, sentir y vivir la niñez en un país que busca dejar atrás modelos únicos o estereotipados.
En Colombia, por su parte, se celebra como el Día de la Niñez y la Recreación, mientras que en otros países como Cuba, Ecuador o El Salvador, se mantiene la fórmula tradicional del “Día del Niño”.
Entonces, ¿cuál es la forma correcta de nombrar esta fecha? Más que una única respuesta definitiva, la pregunta nos invita a reflexionar sobre el papel del lenguaje en la construcción de derechos y en el reconocimiento de identidades diversas. Usar expresiones como “Día del Niño y la Niña” o “Día de las Infancias” además de ser gesto simbólico también es una forma de abrir espacio a voces y experiencias que durante mucho tiempo fueron invisibles.
Incluso organismos como la ONU insisten en que más allá del nombre, esta fecha debe servir para visibilizar los derechos de las infancias y recordar que, por su vulnerabilidad, niñas y niños suelen ser quienes más sufren en contextos de crisis, desigualdad o violencia.
Celebrarlos no debe ser solo una fiesta, sino una oportunidad para exigir entornos seguros, educación de calidad, salud, juego y participación.