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Dos adaptaciones cinematográficas, «Los poseídos» y «Los endemoniados», exploran las sombras ideológicas de la obra de Dostoyevski, donde las pasiones políticas se convierten en abismos personales

Hay novelas que no solo diseccionan el alma humana, sino que la desgarran, la exponen, la dejan temblando bajo el peso de sus propias contradicciones. Demonios de Fiódor Dostoyevski es una de ellas. Un huracán filosófico y político donde las ideas, como un fuego incontrolable, consumen a sus personajes desde dentro. No es casualidad que esta obra –tan visceral como profética– haya encontrado eco en el cine.

En 1988, Andrzej Wajda dirigió Los poseídos (Les possédés, en su título original), una adaptación ferozmente atmosférica que, con las interpretaciones de Isabelle Huppert y Omar Sharif, despoja a los revolucionarios de su ropaje heroico y los exhibe como espectros poseídos por sus propios ideales. Cada diálogo resuena como un eco lejano de esa Rusia convulsa de 1870, donde la pasión política deviene en un nihilismo que devora todo a su paso.

 

Los endemoniados, una serie rusa del año 2014 dirigida por Vladimir Khotinenko, retoma la esencia de esa revuelta interna y externa, dibujando un paralelismo entre los jóvenes revolucionarios de Dostoievski y las luchas ideológicas contemporáneas. Aquí, las llamas del descontento no son solo una metáfora: son un recordatorio de que las ideas, cuando se vuelven absolutas, pueden incendiar mundos enteros.

 

Adaptar a Dostoievski al cine no es solo un ejercicio estético, es una confrontación directa con las fuerzas invisibles que rigen a las sociedades y a las almas individuales. Porque, al final, ¿qué son los demonios de los que hablaba el autor sino las mismas sombras que hoy nos persiguen bajo nombres distintos?


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Imágen de portada: «Los poseídos», Andrzej Wajda (1988)