Caminar para existir: el viaje espiritual en el cine de Wim Wenders
Arte
Por: Carolina De La Torre - 03/15/2025
Por: Carolina De La Torre - 03/15/2025
Hay directores que narran historias, y luego está Wim Wenders, quien despliega paisajes emocionales donde cada imagen parece respirar. Se le ha llamado "el rey del camino" porque sus películas son un viaje, no solo físico, sino espiritual: planos largos y contemplativos donde los personajes caminan y con cada paso sus pensamientos se despliegan como rutas secretas. A veces esos caminos se convierten en viajes que reflejan las emociones más profundas, donde cada paisaje parece un espejo del alma. La cámara de Wenders no solo observa: también sueña, capturando el ritmo de las almas errantes.
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El amor, en su cine, va más allá de las caricias y los besos que solemos ver en pantalla. Es un latido profundo, un vacío compartido, una búsqueda silenciosa, es la intensidad desprendiendo del ser. En Paris, Texas (1984), el desierto se convierte en un espejo inmenso donde la melancolia resuena con cada grano de arena. En El cielo sobre Berlín, los ángeles no solo vigilan a los humanos, también cargan el peso de la existencia misma, anhelando –sentir– ya sea el dolor de una herida, la dulzura de un café.
Por otro lado, la música en sus películas no es un simple acompañante; es el hilo conductor, una extensión del corazón y la narrativa de Wenders. Una canción puede ser la voz oculta de un personaje, el eco de una herida o la luz de un recuerdo. Como en Días perfectos (2023), donde el silencio y las canciones son tan contundentes como orgánicas que tejen una atmósfera que desquebraja las barreras de la cotidianidad dotando de magia cada momento en que existe.
Su trabajo fotográfico en La sal de la tierra (2014), junto a Sebastião Salgado y Juliano Ribeiro Salgado, reafirma su capacidad para capturar la belleza cruda del mundo, dejando que cada imagen hable por sí misma, sin artificios, pero cargada de una simbología poderosa y orgánica, donde cada cuadro a pantalla permite saborear la belleza del mundo a través del lente.
Ver una película de Wenders es dejar que tu alma camine junto a las suyas. Los colores saben a polvo y melancolía, las texturas de sus composiciones escénicas se sienten en la piel, como si cada plano abierto fuera una ventana a lo que una vez amamos, perdimos o somos. Sus personajes avanzan hacia destinos inciertos, hacia tiempos por encontrar, y como espectadores, nos arrastra con ellos a esa búsqueda sin palabras, donde el viaje es más importante que el destino.
En cada encuadre de Wenders hay un susurro: no solo mires, siente; no solo escuches, camina conmigo.