*

El rancho descubierto en México por un colectivo de búsqueda de personas desaparecidas operó como un campo de concentración del narcotráfico en México, reflejando un sistema racionalizado de violencia y explotación humana

El "Campo de concentración y adiestramiento del narcotráfico en Teuchitlán", como se le ha denominado en medios de comunicación al Rancho Izaguirre, es uno de los casos que lamentablemente más ha llamado la atención de la opinión pública en México y en varias partes del mundo. 

El hallazgo de cerca de quinientas prendas de ropa, huesos calcinados y objetos personales como credenciales, mochilas y zapatos, son el testimonio de la tortura, el miedo y la violencia a la que han sido sometidos las y los jóvenes reclutados por el crimen organizado en México, en muchos casos en contra de su voluntad, atraídos mediante engaños y la promesa de trabajos inexistentes.

El pasado 8 de marzo Guerreros Buscadores de Jalisco, un colectivo de búsqueda de personas desaparecidas, reportó el hallazgo de tres crematorios clandestinos dentro de la propiedad ubicada en el pueblo de Teuchitlán, a solo una hora de distancia de la ciudad de Guadalajara, Jalisco, el cual se presume pertenece al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), una de las organizaciones delictivas más grandes y poderosas del país y que utilizaba el rancho como un centro de adiestramiento para preparar a sus futuros sicarios. 

Testimonios de los familiares de las personas desaparecidas y de algunos sobrevivientes que lograron huir de sus captores indican que fueron atraídos con falsas promesas de trabajo como traductores, maestros, pintores y otros oficios y profesiones. 

El modus operandi de este reclutamiento consistía en contactar a jóvenes de varios estados de la República en busca de oportunidades laborales, quienes accedían a viajar con los gastos de traslado incluidos. Al llegar a la central de autobuses se perdía conexión con ellos. Algunos lograban contactarse con sus familiares días después a través de mensajes, pero la mayoría perdió todo contacto, provocando un ahogado silencio que resuena en las voces de sus parientes cercanos.

 

La racionalización de la violencia como sistema de control

Aunque este podría considerarse como un acto de barbarie, lo cierto es que el horror que puede provocar es aun mayor si se piensa que éste fue un hecho consciente, razonado y que obedece a un sistema que necesita de la coerción, el terror, la violencia y la precariedad para funcionar.

No es coincidencia que el términos “campo de concentración y exterminio” haya sido utilizado en varias ocasiones para referirse a este caso en concreto, en alusión directa a dos de los sitios más ignominiosos de la Segunda Guerra Mundial, en donde perdieron la vida de millones de personas: Auschwitz y Treblinka. 

Sobre este punto en particular, Theodor Adorno y Max Horkheimer hablan en su Dialéctica de la Ilustración (1947) del asesinato de 6 millones de personas como un hecho paradójicamente racional, en cierta forma, como la cúspide terrible de la mentalidad racionalista que se volvió dominante en Europa a partir del siglo XV. Es decir, un acto histórico tan grande no es una cuestión fortuita, sino un hecho premeditado y realizado de manera sistemática a través de lo que ellos llaman “razón instrumental”, es decir, la forma de razonar para alcanzar un objetivo por cualquier medio posible. 

En comparación con el rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, este tampoco es un hecho aislado, sino un acto que obedece a una industria que utiliza la razón por sobre el dominio total de los seres humanos y la naturaleza, al igual que la expansión de un negocio dentro de un sistema competitivo del capitalismo salvaje. Porque no se secuestra, no se totura ni se asesina a cientos de personas sin un sistema racional eficaz. 

Pero, ¿cómo pueden operar estos sistemas? A través de la burocratización de la violencia, la cual no podría existir sin la complicidad de la impunidad y la corrupción. El dominio de la razón por sobre la totalidad de las personas. Si bien el ser humano es más que razón, el uso que se ha dado en casos como este es el de someter y explotar a hombres y mujeres. 

¿El ser humano no es malo cuando es irracional? ¿O es malo cuando es racional? Estas preguntas no tienen una respuesta concreta, pero sin duda nos mueven a cuestionar una manera de ser y estar en el mundo que puede llegar a extremos insospechados.

El caso del Rancho Izaguirre no solo revela la brutalidad del crimen organizado, sino que evidencia un sistema racionalizado de violencia que se nutre de la precariedad laboral y la manipulación humana. Este caso refleja cómo la razón instrumental, utilizada para someter y explotar, se convierte en un mecanismo que permite que estos horrores se repitan, dejando claro que la racionalidad sin ética dentro del sistema capitalista puede conducir a las más atroces manifestaciones de la maldad humana.


También en Pijama Surf: Tres sueños de Theodor W. Adorno


Foto de portada: Reuters/Fernando Carranza