Equinoccio de marzo: el instante donde el tiempo deja de avanzar
Ecosistemas
Por: Carolina De La Torre - 03/12/2025
Por: Carolina De La Torre - 03/12/2025
El próximo 20 de marzo de 2025, a las 3:01 a.m. en la hora de la Ciudad de México, el sol alcanzará ese punto exacto en el que la luz y la oscuridad se reparten el día a partes iguales: el equinoccio de primavera. Una palabra que, heredada del latín –"aequinoctium", "noche igual"–, parece prometer un equilibrio perfecto entre el día y la noche.
Antiguamente, las culturas no miraban ni entendían este fenómeno con los mismos ojos matemáticos que nosotros. Para ellas, el equinoccio era un umbral sagrado, una grieta en el tiempo de donde la vida volvía a brotar y la historia se reescribía, no como un progreso infinito, sino como un círculo eterno. El tiempo, según el historiador Mircea Eliade, no era un camino que avanza, sino un ciclo que renace: la primavera no significaba sólo el fin del frío, y el comienzo de las flores, sino un retorno simbólico al momento primordial, a la creación misma del mundo.
Las civilizaciones antiguas –los mayas, los egipcios, los celtas, entre otras– veían el equinoccio como una puerta. Era el instante en que el cielo y la tierra parecían llegar a un acuerdo, un breve pacto cósmico que marcaba el renacer de la naturaleza y de sus propios espíritus. No había un futuro desconocido al cual caminar, sino un eterno retorno a las raíces, al inicio de todas las cosas.
Hoy, inmersos en un tiempo que corre sin cesar, el equinoccio aún parece susurrar que el equilibrio existe, aunque sea efímero. Nos recuerda que, más allá del calendario, los minutos y las horas exactas, hay algo profundamente humano en volver a empezar, incluso en el seno de la propia naturaleza, florecer tras las largas noches, en encontrar un instante –aunque breve– donde la luz y la sombra se miran fijamente a los ojos.
El tiempo avanza, sí, pero también regresa, una y otra vez…