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«Anora» de Sean Baker: la gran ganadora de la 97ª edición de los Premios Oscar

Arte

Por: Rober Díaz - 03/04/2025

Fuera del debate de quienes ven en «Anora» una normalización de la prostitución, la película es una elegia hacía los marginados que pueden volver a hablar

Anora (Sean Baker, 2024) sigue en su trama la historia de una joven prostituta que es llevada con el hijo de un magnate ruso, elegida entre sus compañeras sólo por saber algunas palabras en el idioma. El encuentro entre ambos comienza como un simple contrato entre una prestadora de servicios y un cliente, pero pronto se torna hacia un cuento tipo Cenicienta, ya que por la naturaleza caprichosa del también joven co protagonista, Nikolai (Mark Eydelshteyn), la muchacha recibe una oferta de 15 mil dólares para que se quede con él por una semana. Bastan estos pocos días para que los lazos entre ambos se estrechen, a la vez Anora accede a la vida de un multimillonario con poco oficio que se la pasa drogándose y está ávido de sexo y nuevas experiencias. Los muchachos se casan en la Vegas en medio de una borrachera interminable. 

Hasta ahí la trama romántica, sin embargo, colocar estas pequeñas piezas dentro de la trama no evita al espectador ser muy consciente de las propias imposibilidades de la unión y que ese ensueño pronto llegará a un final no muy feliz.

A continuación, aparecen los protagonistas de la road movie. Luego de que Anora y Nikolai se casan, el abogado de la familia, Toros (Karren Karagulian), junto con dos guardaespaldas Garnik (Vache Tovmasyan) e Igor (Yura Borisov), llegan para arreglar la locura del despreocupado herededero. En otras palabras, su tarea es iniciar con el papeleo del divorcio. Sin embargo, Nikolai se escapa de los emisarios de su padre. Gracias a una soberbia dirección, aquel romance se torna en una épica de búsqueda en la que diversos accidentes hacen que la otrora sensación de felicidad y de cuento de hadas cambie por una comicidad trágica que, por las circunstancias creadas, también se torna irónica y hasta siniestra.

Los roles sociales empiezan a pesar más y a tornarse implacables. La nueva mujer de un millonario se desespera y sufre ante la indolencia de Nikolai, a quien parece no importarle nada y pretende desconectarse de la realidad, manteniéndose bajo el estupor de la inconsciencia.

Finalmente, la tragedia emerge. La búsqueda en Anora no es la reivindicación de una locura patrocinada por el ocio y las circunstancias, sino la reivindicación de los valores ulteriores de las personas, esos que hacen a los seres humanos prometer y soñar, aventurarse y poner el error en un primer plano antes que juzgar un hecho.

 

Mickey Madison ha protagonizado su propio sueño. Su primer protagónico le ha abierto las puertas de la fama. Con sólo 25 años de edad, la nacida en Los Ángeles en el año de 1999 dejó en el camino a estrellas como Demi Moore, Cynthia Erivo o la controvertida (racista y xenofóbica) Karla Sofía Gascón en la carrera por la estatuilla dorada de los Premios Óscar. Destaca además que antes de dedicarse a la actuación, Madison decidió tomar clases particulares a las afueras de Los Ángeles para mantenerse cerca de la que era su mayor pasión: la equitación. Para el caso particular de Anora, la actriz tomó lecciones para perfeccionar su acento ruso y también clases de pool dance para dar verosimilitud a los bailes eróticos que se ven en la cinta.

 

A los 14 años decidió irse por el camino de la actuación para sentirse más en contacto con la gente. De origen judío, su nombre real es Mikaela Madison Rosberg. Hasta Anora había tenido papeles secundarios en Scream 5 (Tyler Gillett y Matt Bettinelli-Olpin, 2022) y Once Upon a Time in Hollywood de Quentin Tarantino (2019), donde junto a Margaret Qualley –la joven antagonista de Demi Moore en La sustancia (Coralie Fargeat, 2024)–, personificó a una de las groupies de Chales Manson. Al protagonizar una película que costó seis millones dólares y que fue realizada con productoras independientes, Madison seguramente no imaginó los alcances de su actuación: además del Premio Óscar a Mejor Actriz (siendo además la novena actriz más joven en ganarlo), en esta temporada de galardones su trabajo en la cinta de Sean Baker le valió nominaciones en los Globos de Oro y los Premios del Sindicato de Actores, además de que obtuvo el correspondiente en los Premios BAFTA.

 

Anora es una película que aborda varios géneros. Si en un principio somos testigos de la realización de una comedia romántica a la Pretty Woman de Julia Roberts y Richard Geere (Garry Marshall, 1990), lo cierto es que la cinta de Baker evoluciona hacia una road movie donde personajes y situaciones se engarzan de manera singular, un poco como la memorable Little Miss Sunshine (Valerie Faris y Jonathan Dayton, 2006), con momentos hilarantes y divertidos que la vuelven en un melodrama buñuelesco con un desenlace poco convencional pero rotundo y maravillosamente crudo y doloroso. 

El filme ha sido criticado por sectores que aseguran que detrás de esta comedia trágica se puede encontrar una normalización de la prostitución, un fuera de foco en el que se deja a un lado la problemática real en la trata de personas, que es el patriarcado el que cosifica a las mujeres y las obliga a ser un objeto, una mercancía con la que se trafican experiencias por un medio de una persona que se encuentra en una esclavitud moderna, en una servidumbre obligada.

Sin embargo, la trayectoria del director también nos obliga a reconocer que Sean Baker no es un director de algunos cuantos clichés que en distintas escenografías le funcionan, ya que otras películas en la filmografía del autor demuestran que su manera de mostrar y darle voz a los marginales de la sociedad estadounidense reside en mostrar los pequeños detalles, en hacer grandes las mínimas sutilezas, en exasperar las situaciones más simples, a fin de mostrar las contradicciones de una sociedad que estructuralmente es inocua. 

Recuperar esta película desde el punto de vista de la banalización de la explotación también es revictimizar a aquellas mujeres que viven la trata de personas porque la vida del personaje de Anora no solo es una denuncia de ese sistema y se hace desde la simplicidad sin corregir las diferencias sistémicas. Banalizar la situación sería mostrar el problema como de hecho lo hizo Pretty Woman en 1990: la mujer de la vida galante que se queda con el multimillonario refinado. En cambio, Anora es una denuncia desde las ambiciones partidas y el romance desaforado de dos personas que viven un sueño que se vuelve una pesadilla, acaso una nueva forma de post realismo, uno, por cierto, más convincente que efectivamente refleja que la realidad, en su crudeza, siempre supera a cualquier fantasía.