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Como el diablo, Dios también está en los pequeños detalles; hablar con él es ver a un par de labios desintegrándose. Hablar con ella es oír a una velocidad deteniéndose
Como el diablo, Dios también está en los pequeños detalles: hablar con él es ver a un par de labios desintegrándose; hablar con ella es oír a una velocidad deteniéndose

Cuenta Antonio Escohotado en su Historia general de las drogas (1989) que, en la antigua Grecia, cada dos años personas de todo tipo –reyes, artistas, guerreros, escritores, esclavos, magos, etc.– acudían a la ciudad de Eleusis, famosa por albergar el santuario dedicado a Deméter y a su hija Perséfone, en donde se llevaba a cabo la ceremonia de las iniciaciones en los cultos mistéricos.

En el centro del santuario, donde casi nada se podía ver, ardía una combinación de mandrágora, cornezuelo, cáñamo y otras yerbas. Luego de uno o varios días de ayuno estricto, las personas entraban al santuario por la noche guiados por los hierofantes, los sacerdotes supremos que provenían de la familia sacerdotal de Eumolpo.

Los hierofantes eran los encargados de presidir dichos eventos. Además de ser ellos mismos iniciados en los msterios eleusinos, tenían la educación necesaria para llevar a los participantes a descubrir una nueva vida a través de una experiencia llena de secretismo en el cual participaron personajes tan diversos como Platón, Aristóteles, Sócrates, Marco Aurelio, Epicuro, Alejandro Magno, entre otros.

Curiosamente, a pesar de que esta ceremonia se celebró por más de mil años y entre los iniciados había connotados escritores, nadie dejó testimonio sobre lo que ahí ocurría.

La carta del Hierofante en el Tarot de Thoth –elaborado por el místico Aleister Crowley y la artista Lady Frieda Harris entre 1939 y 1943–, simboliza en una tirada para el consultante la búsqueda de la luz interna, evocada ésta en las alusiones al signo Tauro y los dos elefantes detrás del sumo sacerdote y el hexagrama casi transparente que lo rodea. En las cuatro esquinas se encuentra las cuatro bestias, también llamadas querubines, encargados de custodiar los cuatro templos. El sacerdote lleva en el pecho un pentagrama que contiene al niño danzante y frente a él se encuentra la Mujer escarlata con un tocado fálico y en la mano una espada custodiada también por una guadaña. El Hierofante representa nuestro hartazgo existencial y la perentoria búsqueda espiritual. La aparición de la carta presagia una crisis religiosa dependiendo de las cartas que le acompañen y también el encuentro con una sabiduría que nos acerca a la revelación interior.

Como mediadores, los hierofantes estaban instruidos en los secretos que guardaban los misterios de Eleusis: su guía llevaba a los iniciados a la revelación interna. La carta da al lector la posibilidad de experimentar con el microcosmos y el macrocosmos, interiorizando las verdades que se encuentran en el universo y que provocan la expansión del alma hacía lugares desconocidos pero seguros, en la medida en que ese tránsito ocurrirá de la mano de un maestro, un guía que salvaguarda la unidad entre lo divino y lo humano.

En su aspecto negativo, la carta del Hierofante presagia la visita y el acecho de un charlatán, un falso mentor que sólo busca capitalizar recursos para aprovecharse de la voluntad y esclavizar por medio de artilugios, un hombre sin escrúpulos que nunca ha entendido al Creador, pero quiere emularlo.

Hablar con la creación sólo es un punto intermedio entre la meditación más absorta y la entrega a la humildad suprema de aquel que acepta que todo lo que ya está escrito sobre su vida: no ha sido sólo su decisión, sino que está acompañado por la presencia divina que, entre todos nosotros, se encuentra oscilando del bien hacía el mal, y viceversa.

 

Imagen de portada: la carta del Hierofante en el Tarot de Thoth (detalle)