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¿Qué explica el viraje de la plataforma de Mark Zuckerberg hacia el arreglo mediático y las normas de moderación en redes que esperan la extrema derecha y Donald Trump? ¿Una defensa de la libre circulación de creencias e ideas, o un salto al vacío de la indiferencia?

A partir del regreso a la Casa Blanca de Donald Trump, no por algún tipo de legislación federal, sino interna de redes sociales como Instagram, Facebook o Threads, sus usuarios podrán denominar con libertad a gays y queer “enfermos mentales”, “inmorales”, “anormales”, así como afirmar que las y los trans no son mujeres u hombres “reales”. Algo que implica reduciría su existencia o su integridad personal a trastornos físicos o afectivos.

Esto es lo que puede extraerse de la última modificación del documento de normas de la comunidad de Meta sobre discursos de odio contra quienes somos “raros”. Una política que tampoco censuraría promover o positivizar “terapias de conversión”, las cuales han sido prohibidas en distintas legislaciones nacionales en América Latina o Europa:

Sí permitimos acusaciones de enfermedad mental o anormalidad basadas en la identidad de género o la orientación sexual, dado el discurso político y religioso vigente en parte de la opinión pública sobre transexualidad y homosexualidad.

Mark Zuckerberg se dio a conocer tarde en comparación con su famoso servicio de redes y medios sociales en línea con sede en Menlo Park, California, estrenado veinte años atrás, un 4 de febrero de 2004. Este no graduado de Harvard cautivó al mundo gracias a la interpretación de su vida del actor Jesse Eisenberg, en la cinta de 2010 The Social Network, Red Social, nominada a un Oscar como mejor película. Han sido lluvias de tormenta las muchas controversias abiertas por su gestión de lo políticamente correcto en Facebook, es decir, de lo políticamente incorrecto. ¿Un servicio a quién? Depende del periodo político en cuestión:

No creamos servicios para ganar dinero, ganamos dinero para crear servicios.

Actualmente adapta los programas de verificación de datos independientes y las reglas de moderación de su plataforma para homologarlos con los de X de Elon Musk. Lo que era antes excluir bulos anticientíficos y propios de una “cultura del descarte”, concepto del papa Francisco, ahora sería una forma de censura de creencias y opiniones.

Zuckerberg sigue virando de manera inconsciente el timón del barco de Facebook. Un viraje brusco a la derecha hasta dar vueltas en la nada, un Triángulo de la Bermudas inubicable para la moral. Su persona es sinónimo del destino de esta red social porque, como uno de sus conceptistas y fundadores, siempre ha estado en la proa de esta enorme embarcación, con más de tres mil millones de pasajeros, dentro de la noche del poder:

¡Nunca nos estrellamos!

El actual Presidente de Meta siempre ha sorteado la oscuridad del cuarto poder, ese dominio de las inteligencias mercadotécnicas de la oligarquía, deseando no chocar con un iceberg enorme como Trump. Ha cerrado los ojos esperando que las voces de alerta de otros parezcan su propia voz autocensurada, indecisa, inaudible. En el pasado, ha permitido que en Facebook se promuevan avances tecnológicos al alcance del público, y una reforma migratoria y planes de mejora educativa en los Estados Unidos, pero también una variedad de iniciativas de desarrollo de energías sucias, como el petróleo y el gas. Ha prestado su plataforma a la corrección política propia de ese extraño lavado de cara del capitalismo denominado “cultura Woke”, como también a campañas de los republicanos y de la extrema derecha europea:

Quiero despejar mi vida para tener que tomar la menor cantidad de decisiones posible sobre cualquier tema, excepto sobre cómo servir mejor a esta comunidad.

Un multimillonario que prefiere hablar de su vegetarianismo, de su simpatía por las personas gay, trans o queer, de los derechos de las mujeres, de los peligros del calentamiento global o de la laxitud con las que se venden y compran armas en la así llamada “tierra de los libres”, un Imperio Romano dirigido por un sheriff con armas nucleares, siempre como “creencias individuales”, a la manera de un artista de Hollywood, nunca como “retos colectivos” o “problemáticas estructurales”. No es nada extraño que encallara en la tierra ideológicamente infértil de los Estados Unidos, donde el mar es esa noche violenta, árida y super emocional.

Se dice que la ideología perfecta es aquella que consigue hacer creer que no hay ninguna otra, ninguna mejor, ninguna manos mala, ninguna no destinada al desastre, solo la ideología vigente. Y desde Reagan, pasando por Clinton y los dos Bushes hasta Obama, el neoliberalismo plutocrático, la sustitución de la Gran Sociedad por el gran momento de las corporaciones, ha negado que existen intereses de clase, humanitarios y de la Tierra, que existe algo como la “sociedad”, siendo esta vida solo sortear la serie de obstáculos que pueden representar otras personas y sus intereses individuales. Un neoliberalismo que ha logrado convencer a muchos de que vivimos bajo una forma de socialismo dirigido por una dictadura de individuos minoritarios que obligan a la mayoría a ser culturalmente negra, mexicana u homosexual.

Esta ideología es perfecta porque ha logrado que todos los poderes, incluido el mediático, abandonen a la gente en la persecución de sus derechos económicos. Lo único admisible había sido la retórica Woke sobre “derechos representacionales”. Ser “afroamericano”, “hispano” o “LGBTTTIQ” son los derechos positivos de negros, mexicanos y homosexuales en el cine, la telebasura y los talk shows. La xenofobia y el conservadurismo fueron invisibilizados, censurados, no representados. Pero la simplificación de un problema implica invisibilizar, censurar y no representar su origen. Es así que se ha dado un viraje para satisfacer esta cultura de la representación culpabilizando por la violencia en el fondo oscuro del mar a lo que se ve o se quiere ver de un habitante de El Bronx, un migrante o un puto como yo en la superficie:

He cometido muchos errores al dirigir la empresa hasta ahora, básicamente cualquier error que se te ocurra. Creo que la historia de Facebook es un gran ejemplo de que, si estás creando un producto que le encanta a la gente, puedes cometer muchos errores.

En lo personal, como hombre gay, prefiero un liberalismo del discurso por sobre la regulación de lo que se debe creer y se puede decir. Si para muchos los shows de las Drag Queens, un beso lésbico en Lightyear de Pixar, un poema de Mutsuo Takahashi o el sexo anal entre hombres son formas de “pecado”, no pienso que esta y otras creencias debieron ser tuteladas por el Estado, sino toleradas por el derecho a la libertad de expresión y religiosa. Sin embargo: el gesto de desregularizar lo que ya había sido prohibido parece un desinterés porque se nos pueda arrojar de la proa del barco, una complicidad con quienes manipulan la ignorancia y la nostalgia rancia por ese mundo más rancio aun donde ser puto era estar muerto. También parece una claudicación no con evitar la libre circulación de creencias, sino con informar sobre los hechos psicológicos y científicos de la homosexualidad y la transexualidad, y con la posibilidad de que Facebook sirva para que más personas hagan amigos LGBTTTIQ.

Quien está tan en contra de una orientación sexual o una identidad de género, como Trump y accidentalmente Mark, de un color de piel o un origen cultural, probablemente no tiene ni un solo amigo, un amigo de verdad, puto, negro o mexicano. Si Facebook sigue censurando el genocidio en Palestina, yo celebraré la poesía de Takahashi:

¡Ah, ah!

    Una vez, en alguna ocasión, le dije al señor Shigeo Washisu: 2  “Si los Ah

    y Oh desaparecieran de sus escritos, se sentirían mucho más

    modernos”. Bueno, esto es lo que dijo en respuesta: “Ah, tienes razón. Oh,

    es verdad, tienes razón”. Dos años después de que descendió al

    Inframundo y, despojado de su personalidad temporal conocida como

    Shigeo Washisu, se unió a la manada común de los muertos, quise

    llamarlo usando Ah y Oh abundantemente. Ah, Oh, es cierto, quería

    llamarlo.

Ah, esta tierra está enferma.

    ¿Ah, es fértil el suelo?

Ah, aquí prosperan piedras y hierbas.

    ¿Ah, fructifican muchas cabezas con los huesos del cuello descoyuntados?

Ah, tanto la poesía como las patatas son flacas y secas.

    ¿Ah, las palabras explotan como las nueces de los muertos?

    (Ah, oh, las nueces de los muertos, los cerebros destrozados, también llamados

    escrotos.)

Ah, el río subterráneo escapa de la corteza terrestre que se sacude verticalmente.

    ¿Ah, la espesa neblina del río del olvido cubre el suelo?

Ah, cavo y cavo, pero solo vello blanco amarillento.

    Oh, ¿el vello púbico de la tierra está húmedo y reluciente?

Ah, busco y busco, pero solo la desesperación se vuelve de un blanco parduzco.

    Oh, ¿acaso incluso la desesperación es refrescante una y otra vez?

    (Ah, oh, ahí, incluso la desesperación revive una y otra vez.)

Ah, el mango de una azada solo puede secarse y romperse en dos.

    Oh, ¿el acero está ampliamente empapado en el aire de la noche?

Ah, las uñas solo pueden deformarse y agrietarse en innumerables

    fisuras.

    Oh, ¿las uñas y los bigotes siguen creciendo noche y día?

Ah, los ojos y los pechos se arrugan y se vuelven irritantemente puntiagudos.

    Oh, ¿las brisas a través de los árboles son negras y delicadas?

    (Ah, oh, los árboles del inframundo están equipados con ojos y

        pechos.)

Ah, los bebés hambrientos lloran, impacientes con los pezones que solo dan

    sangre.

    Oh, ¿incluso las bocas viejas y malolientes están saciadas con leche?

Ah, bajo la excitación del hombre, la mujer es el fuego que quema

    las espinas del pleno verano.

    ¿Acaso la lujuria se mantiene debidamente enfriada?

Ah, también aquí el fuego se ha quemado.

    ¿Acaso las llamas son aterciopeladas y flexibles?

    (Ah, oh, nuestro fuego es una copia torpe del fuego del inframundo).

Ah, solo quema inútilmente y no purifica nada.

    ¿Acaso las cosas quemadas aprenden la paz de las cenizas?

Ah, el perro que se ha tragado el sol rueda por el horizonte.

    ¿Acaso el crepúsculo eterno convierte al perro que ladra en una

    sombra suave?

Ah, miro hacia el sendero cuesta arriba y, con el ceño fruncido, sigo

    preguntando.

    Oh, él continúa descendiendo por el otro lado del sendero, secándose

        el sudor.

    (Ah, oh, sus oídos nunca oirán mi voz.

    Eso nunca puede suceder. Ah, oh.)

 

Imagen de portada: Mark Zuckerberg, Synthetik.