Budismo, resiliencia y tanatología: la fábula de Kisa Gotami
Filosofía
Por: Alejandro Massa Varela - 01/21/2025
Por: Alejandro Massa Varela - 01/21/2025
La popular historia de viaje hacia sí misma y hacia la nada liberadora del yo que hizo Kisa Gotami es una de las fábulas budistas más apreciadas en toda Asia y en esos rincones áridos del mundo occidental a donde ha llegado el grito doloroso del parto del Dharma. Las olas saladas de dolor aún más áridas que el hechizo seco de la ignorancia.
Un cuento probablemente reversionado una y otra vez por la sabiduría de la gente común sobre la “Mahakaruṇā”, una iluminación conmovedora. Se basa, sin embargo, en lo que ya no expresa sabiduría, la verdad objetiva de que la muerte deja de serlo, la preparación para liberarse totalmente del sufrimiento vía sufrir lo peor: la separación total de otro, porque, de acuerdo con las palabras del Eclesiastés bíblico o de los Vedas brahmánicos:
…los muertos nada saben…
…de la muerte no se vuelve…
La historia del dolor de Kisa nos recuerda lo que sobradamente deberíamos estar listos a aceptar, por más que no estemos dispuestos: la muerte es asunto común. Como escribió el poeta mexicano Jaime Sabines sobre sus propios muertos:
…vaso transparente, cáliz,
que la muerte recorra tu cabeza blandamente
y que cierre tus ojos con cuidados de madre
mientras entona cantos interminables.
Vas a ser olvidada de todos
como los lirios del campo,
como las estrellas solitarias;
pero en las mañanas, en la respiración del buey,
en el temblor de las plantas,
en la mansedumbre de los arroyos,
en la nostalgia de las ciudades,
serás como la niebla intocable…
En torno a Kisa se ha desarrollado una tradición literaria oral y en obras de teatro locales. Aunque hay quienes piensan que hay referencias a su historia en los cánones budistas, esta no puede leerse como tal ni en el Dhammapada ni en las escrituras sagradas tibetanas más antiguas. De acuerdo con John Strong, profesor emérito de Estudios Religiosos en el Bates College de los Estados Unidos, este y otros relatos budistas similares probablemente no cuentan con una base histórica, sino que se tratan propiamente de herramientas pedagógicas.
La iluminación doliente de Kisa ha llegado al mundo contemporáneo a través del músico australiano Nick Cave y su canción Hollywood, parte de su decimoséptimo álbum de estudio de 2019 Ghosteen. Una fábula sapiencial única que no brinda soluciones o esperanzas sobre la muerte, ni siquiera un análisis intelectual, sino incontrolado como la música, la del instrumento seco de las olas ilusorias de la vida y el gran mar desconocido de la nada.
Si no la has leído, en Pijamasurf puedes analizar por primera vez esta poderosa fábula budista:
Hace muchos años, en los tiempos del Buda, vivía en un pueblo de la India llamado Shravasti una mujer pobre y viuda llamada Kisa, “flaca”, Gotami. Su única alegría era un hijo al que adoraba. Hijo enfermo que, una tarde, acabó por morir.
Loca de dolor, Kisa se rehusó a enterrarlo. La madre cargó con su hijo a todas partes sin descanso. No haciendo caso a los gestos de consuelo o a las demandas de resignación que la gente le dirigía, se aferró al cuerpo del niño para que nadie se lo quitara. Sujetándolo con toda su fuerza, Kisa rogaba que le dieran una medicina para curarlo.
Esta conducta despertó burlas y desconciertos inútiles, hasta que, finalmente, hubo alguien que le sugirió a Kisa que hiciera una visita al Buda o Tathāgata, famoso por estar dotado de sabiduría suprema y toda clase de poderes con los que podría ayudarle.
Sin demora, la llorosa madre llevó el cadáver de su hijo ante el Maestro. Echándose a sus pies, le rogó por una cura, y los sollozos de Kisa y el pequeño niño muerto entre sus brazos provocaron que el Buda los mirara con unas sobrecogedora dulzura.
– Puedo darte una medicina, pero necesitó que me traigas una semilla de mostaza.
La madre no contuvo su felicidad. En cualquier casa de la India, por humilde que fuera, había siempre una vasija en la cocina donde se guardaban semillas de mostaza.
– Solo hay una condición: La semilla debe venir de un hogar donde nadie haya muerto.
Sin pensarlo más, Kisa salió a cumplir la instrucción del Buda, cargando a su hijo como una esperanza. De regreso en la ciudad, tocó casa por casa. En todas partes encontró personas que querían ayudarla con la mejor voluntad, sin embargo, la historia siempre fue la misma: no había una sola residencia donde no lamentaran la muerte de algún ser querido, una esposa, un hermano, una hija, un padre, una abuela.
– No reavives nuestros tristes recuerdos. Los vivos son pocos y los muertos muchos.
Kisa no quería verlo, pero lentamente despertó: no era la única que había perdido a alguien. Tarde o temprano, en mejores o peores condiciones, a todos visita la muerte.
Calmada y sobria, la madre terminó por aceptar que la vida de su hijo había abandonado su cuerpo. Llevó al niño al cementerio, lo miró por última vez y lo enterró con una fuerza extraña que la volvió a impulsar para tomar el camino de regreso hacia el Buda.
– Bienvenida. ¿Has conseguido la semilla de mostaza como te indiqué?
– No, pero empiezo a comprender la lección que intentas enseñarme... mi hijo ya no existe. Mi hijo, como muchos, ha muerto y, por eso, debía enterrarlo al lado de su padre.
– Creíste que solo tú habías perdido un ser querido. El sufrimiento es tratar de ignorar los hechos. La ley natural implica que todo cambia y nada permanece entre los seres.
Kisa Gotami se refugió en las enseñanzas del Tathāgata, y desde entonces, hasta su muerte, fue su discípula, convirtiéndose en bhikkhunī o en una monja budista.