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¿De qué manera el Renacimiento también fue un periodo de paso de la alquimia a la química, así como de resurrección en las cortes de España, Italia y Francia de las diversas técnicas de la perfumería, extrañamente olvidadas durante toda la Edad Media?

Las glorias de la perfumería romana fueron durante mil años un rastro en el olvido por el desinterés del mundo feudal. Mesoamérica, las tierras musulmanes, China y la India mantuvieron y refinaron este culto a lo sutil, casi desaparecido en Europa hasta que el desarrollo urbano y la convivencia social de las clases altas exigieron el mecenazgo de nuevos perfumistas.

Los más grandes del Renacimiento fueron tanto españoles herederos de técnicas de sus predecesores árabes, como italianos que aprovecharon la biodiversidad de su península y el interés de su aristocracia y burguesía por obtener y envasar esencias y aguas aromáticas.

El fin de la hegemonía comercial de la República de Venecia se debió a las nuevas rutas marítimas abiertas por los reinos de España y Portugal. El acceso al que consideraban un Nuevo Mundo trajo a los europeos los nuevos olores de la vainilla, el bálsamo peruano y de Tolú, el copal, el cacao y el tabaco, y los intercambios con la India les dieron a conocer los de la canela, el benjuí, el incienso, el jengibre, la pimienta y el clavo. Las principales cortes del Renacimiento estaban muy bien conectadas, algo que dinamizó una perfumería compartida continental.

El progreso científico que ocurrió entre la Italia y la Francia del Renacimiento, que incluía a la perfumería como investigación sobre esencias materiales, es el del paso de la alquimia a la química. No es extraño que en el siglo XV y XVI, las principales urbes de la zona contaran con por lo menos un fraile alquimista que empezaba a hacerse inadvertidamente un químico.

El desarrollo de la imprenta no solo movió por toda Europa obras sobre moral, teología, política y ciencias en general, sino acerca con recetas de aguas olorosas para perfumar la ropa, el cuerpo, las casas e, incluso, guantes y cinturones de moda desde Italia y España hasta Francia, fenómeno detrás del éxito de las curtidurías de Grasse en los Alpes-Marítimos.

Existen muchos ejemplos de este periodo de productos de perfumería creativa con distintos fines. Las materias primas animales eran muy apreciadas por sus supuestos poderes afrodisíacos, y los perfumes secos fueron utilizados en ambientadores como los “pájaros de Chipre”, pequeñas figuras de arcilla, huecas y con pequeñas perforaciones, habitualmente con la forma de esos animales, que permitían dosificar el olor de ingredientes aromáticos colocados en su interior.

Este despliegue de investigaciones científica no se vio acompañada de algún cambio significativo en la mentalidad europea respecto a la higiene y la importancia del baño cotidiano. Parece increíble que se pensara en el líquido de la vida, más que nada, como un vehículo de contagio. Si bien la gente del renacimiento se lavaba muy poco, la atención a su apariencia física empezó a cobrar mayor preponderancia que durante la Edad Media. Esto explica que los aromas sustituyeran por mucho tiempo a la higiene, siendo recursos para disimular la suciedad y el mal olor.

El gran genio y prototipo de hombre del Renacimiento Leonardo da Vinci mantuvo entre su extensiva lista de intereses conservar el aroma o la presencia invisible de las cosas. De acuerdo con Caro Verbeek, catedrática de artes en la Universidad Libre de Ámsterdam:

Da Vinci estaba fascinado por los animales, siendo un vegetariano estricto, y por las plantas, que estudiaba meticulosamente, no solo para poder dibujarlas y pintarlas, sino también por sus olores. También poseía equipos para extraer perfumes, y al ser curioso y experimental por naturaleza, debe haber comenzado a producir sus propios aromas.

Solo un “polímata” de este calibre pudo ser al mismo tiempo un prototipo de cirujano forense, uno de los mayores maestros de la pintura y un inventor eficiente de métodos para obtener colorantes, aceites, venenos de plantas y flores. Da Vinci experimentó con técnicas de destilación o con la en aquel entonces incipiente técnica de “enflorado” o “enfleurage” en francés.

Extraer la esencia de las flores en su máxima verdad para el sentido del olfato es el propósito de esta práctica artesanal, basada en extender una capa de materia floral o vegetal entre dos capas de materia grasa. Las flores deben renovarse hasta saturar la grasa de olor. Eliminando este excedente graso, se obtiene una esencia absoluta o aceite esencial de gran calidad.

La italiana Caterina de' Medici, parte de la alta burguesía italiana, casada, sin embargo, con el duque de Orleans y futuro rey, así como con la monarquía francesa, establecería en su corte el mayor impulso al desarrollo y uso del perfume como cuidado personal y buen gusto.

Introdujo en su nuevo país lo que ya empezaba a ser una norma para la nobleza española e italiana, gracias a su perfumista de confianza Renato Bianco y a los frailes de Santa Maria Novella. Este introducción resultó ideal para una corte basada en la exhibición, la exterioridad y la pompa, no obstante, rodeada de los olores de cuerpos sucios y comidas pestilentes.

Este desarrollo fue el de una nueva relación con lo más sutil de la exuberancia de la naturaleza, la misma de los trazos primaverales de Sandro Botticelli. Un encuentro también entre la presencia invisible de nuestro cuerpo sensorial y la presencia dinámica del ingenio.

 

Imagen: Allegoria della primavera, Alegoría de la primavera, Sandro Botticelli, siglo XV.