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¿Quién fue Sir Tomás Moro y por qué el pensamiento de este pensador renacentista sigue siendo tan actual? ¿Cuál fue su punto de vista sobre cómo empezar un mejor mundo o dar lugar a esta utopía? ¿De qué manera esto sería intrínseco al buen humor?

Tomás Moro, un hombre común elevado a caballero y a canciller por Enrique VIII, santo de la Iglesia Católica de Roma y de la Comunión Anglicana, fue un abogado, erudito, escritor y parlamentario inglés que representa las contradicciones creativas del Renacimiento.

Es muy conocido por su ejecución, un precio pagado para ser inscrito en la Historia en los términos de su propia conciencia. Moro se negó a reconocer la anulación matrimonial de su antiguo amo y la sola idea de que un hombre temporal pudiera definir qué es eterno.

Es un tanto lamentable que un autor que estimó tanto la belleza de la vida humana y de la aventura del pensamiento sea más conocido por la restricción de actos que le impuso su condena a morir. Por lo menos, podemos aprender de esta integridad identificada con Dios o con la consciencia viva. En palabras de su colega de Oxford, Robert Whittington:

Un hombre de ingenio angelical y singular erudición. No conozco a nadie que pueda compararse con él. ¿Dónde está el hombre de esa gentileza, humildad y afabilidad? Y, según lo requiera el momento, un hombre de maravillosa alegría y pasatiempos, y a veces de una gravedad igualmente triste. Un hombre para todas las estaciones.

Y a todo esto, ¿qué es la gracia? ¿Qué justifica o que suspende sobre el vacío a la felicidad que hace a los seres humanos hijos de su corazón, y no solo cuerpos que se mueven o sombras que hacen mímica de un cuerpo? Para el humanismo cristiano, la gracia es ser hijos de otro corazón que no nos programó como entes mecánicos, sino que nos creó inteligentes. El mal es actuar en contra de nuestra propia inteligencia y no traducir la imagen de Dios.

Ese es el tema del pecado original repensado por los renacentistas. A diferencia de teólogos de la Reforma protestante como Martín Lutero, Moro veía, así como gran parte del catolicismo, que este pecado primero no hizo de este mundo y de nuestra propia naturaleza un todo intrínsecamente malo, sino bueno, aunque accidentado. El Dios del evangelio depende menos de ser conocido correctamente, y más de relacionarnos bien entre todas y todos. Hay que imaginarlo compartiendo una mesa, y aprender a compartir y compartirnos:

La bondad y la buena naturaleza unen a los hombres de manera más efectiva y con mayor fuerza que cualquier acuerdo, ya que así los compromisos de los corazones de los hombres se vuelven más fuertes que el vínculo y la obligación de las palabras.

En esto se basa el libro Utopía, escrito por Moro en 1516 para hablar de las potencialidades no de los hombres en soledad, sino como humanidades, “ou-topos”, “utopías”, lugares sin lugar, pero que la imaginación imagina en la medida en que tiene energía ética.

A través de Raphael Hythloday, un misterioso viajero, Moro describió una ciudad-estado mutualista con instituciones basadas en la razón, en contraste con la política europea del siglo XVI, limitada por la cerrazón del interés propio, la codicia divisoria de poder y riquezas.

El comunismo del autor de Utopía es una respuesta gradual al egoísmo en la vida privada y pública, vía familiarizarse con otra manera de vivir, algo que desde cero empieza en el diálogo.

Algunos críticos de Moro aseguran que este nunca pensó posible concretar un reino con estas características, sino que ironizó sobre el egoísmo de su tiempo. Para otros de sus detractores, más bien, sobreestimó el desinterés de la filosofía, tal y como le pasó a Platón.

Desde mi punto de vista, Moro proponía practicar lo posible, “mitigar” más que “resolver” el problema del mal, que no es, si no, la falibilidad de la experiencia. Hay que iniciar esto con la confianza propia del buen humor, pensando en ser como Dios, quien prepara su mesa para ofrecer bromas, saciedad y buen humor a seres que quiso primero, antes de emitir un juicio.

En Pijama Surf les compartimos el poema de Moro Oración por el buen humor, una súplica para ser como Dios o para ser cuerpos y mentes más alegres, más simples y más atentas:

 

Concédeme, Señor, una buena digestión
y también algo para digerir.
Concédeme un cuerpo sano
y el buen humor necesario para mantenerlo.
Concédeme un alma sencilla
que sepa apreciar todo lo bueno
y que no se asuste fácilmente a la vista del mal,
sino que encuentre los medios para poner las cosas en su lugar.
Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento,
las quejas, los suspiros y los lamentos,
tampoco el exceso de estrés,
a causa de esa cosa que obstruye llamada “yo”.
Concédeme, Señor, el sentido del buen humor.
Concédeme la gracia de saber tomar una broma
para descubrir en la vida un poco de alegría
y poder compartirla con los demás.

 

Imagen de portada: Tomás Moro interpretado por Jeremy Northam, Los Tudor, 2007.