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¿De qué manera la autora de la saga de libros y películas de Harry Potter y Animales fantásticos ha intentado dañar la reputación de la pugilista Imam Khelif? ¿Por qué una mujer hoy transfóbica y que defendió a la comunidad gay agrede a otra mujer biológica?

Un armario bajo las escaleras fue la primera habitación de Harry Potter en la casa de sus tíos Vernon y Petunia, en el número 4 de Privet Drive, en Little Whinging, Surrey, Reino Unido. Un armario pequeño y polvoriento, con muchas arañas, de acuerdo con el primer libro de la famosa saga creada por J.K. Rowling sobre magia, "quidditch", elfos domésticos y un niño con una cicatriz en forma de rayo. Una historia también sobre aceptación que alguna vez aseguró a su autora la admiración de millones de “potterheads” y jóvenes LGBTTTIQ:

Si Harry Potter nos enseñó algo es que nadie debería vivir en un armario.

En su momento, esta declaración de Rowling se sumó a otros gestos hacia las personas homosexuales, por ejemplo, el incorporar al canon la condición de hombre gay del director de Howards, Albus Dumbledore. Desde el inicio de su éxito a principios del milenio y hasta finales de la década pasada, no solo se le reconoció como la principal creadora de ficción juvenil, sino como una vocera de causas sociales liberales, siempre atenta a las preguntas de sus millones de fanáticos. Una figura comprensiva, sensata y que prodigaba aliento.

Entonces, ¿cuándo empezó a aparecer el nombre de Rowling ligado al de personajes rancios como Elon Musk, J.D. Vance y Giorgia Meloni? ¿Cuándo convirtió su cuenta de X en un tendero para asociar a las mujeres transexuales públicas con depravados sexuales?

El primero de agosto pasado, la pugilista argelina Imam Khelif se enfrentó a la italiana Angela Carini en los octavos de final de la competición femenil de boxeo en la Olimpiada de París 2024. Carini abandonó en apenas cuarenta y seis segundos ante los golpes de Khelif. No se trató de ninguna declaración política sobre el derecho o no de su rival a participar. Se disculparía por no estrecharle la mano y por la cadena de eventos que se sucederían.

Este caso uniría a hombres antifeministas y a las denominadas “feministas trans-excluyentes” o “terfs” como un caso de violencia contra una mujer de parte de un “hombre” o “semihombre”, quien se habría aprovechado de una cuota de la ideología de género para participar en una competencia del sexo opuesto, donde tendría una clara ventaja. Lo más absurdo es que Khelif ni siquiera es transgénero, sino otra mujer biológica, con gónadas femeninas, y representante de un país donde es ilegal la reasignación de sexo y la homosexualidad.

El feminismo radical trans-excluyente parte de la idea de que la causa transgénero, apoyada por algunos gobiernos y lobbies de poder, es otra forma de violencia del patriarcado que permite la invasión masculina de espacios femeninos, como baños, prisiones y trasportes exclusivos, o por motivos lascivos, o como una apropiación indebida, también de cuotas de género, de la causa feminista y de una identidad. Un intento de “borrado” de las mujeres por parte de hombres que objetivamente nunca serán como ellas a pesar de desearlo. Travestidos que sexualizan una identidad psicológica que solo corresponde a un tipo de cuerpo.

Cuestiones objetivas como el desarrollo cromosómico XX y XY ligado a los fenotipos femenino y masculino, o que las mujeres pueden dar a luz, amamantar y menstruar. La biología, sin embargo, describe e interpreta una fenomenología mucho más compleja. Existen personas biológicamente intersexuales, hermafroditas y con anomalías cromosómicas. También es una realidad que hay personas con una identidad psicológica que no se ajusta a sus órganos sexuales ni a un rol cultural con el que se les intentó educar y exigir.

Podemos o no entender a las personas transgénero, pero es sencillamente una falta de perspectiva y de generosidad adjudicarles formas de violencia o intencionalidades que estadística y declaradamente no tienen. Sin duda, hay temas delicados como permitir o no terapias hormonales a niñas, niños y adolescentes, una exigencia incomprensiva con la resistencia de las personas para extender el lenguaje inclusivo, emplear términos eufemísticos a veces no deseados por las mujeres biológicas, llegar a acuerdos sobre los espacios seguros femeninos sin menospreciar las emociones diferentes de todas las implicadas, entre muchos. Sin embargo, la posición de Rowling es violentar a otros, una forma de degradación y de acoso público que justifica con mal gusto y desde una victimización sin empatía:   

Cuando abres las puertas de los baños y vestuarios a cualquier hombre que crea o sienta que es una mujer, entonces abres la puerta a todos los hombres que deseen entrar.

El propio Harry Potter, el actor Daniel Radcliffe, así como Emma Watson, Rupert Grint y la mayor parte del reparto de las películas del joven mago se han desmarcado de las posturas de Rowling ante los potterheads. Radcliffe se ha solidarizado con la comunidad LGBTTTIQ en el pasado, a través de la organización The Trevor Project. En sus propias palabras:

Esto me entristece mucho. Miro a la persona que conocí, las veces que nos conocimos, los libros que escribió y el mundo que creó, y todo eso me resulta profundamente empático.

Me habría parecido, no sé, una inmensa cobardía no decir algo. Quería intentar ayudar a las personas que se habían visto afectadas negativamente por los comentarios. Y decir que si esos son los puntos de vista de Jo, entonces no son los puntos de vista de todos los asociados con la franquicia Potter. Las mujeres trans son mujeres.

Ante los comentarios del actor, un usuario de X animó a Rowling a dar la oportunidad de disculparse a las y los intérpretes de sus personajes, y es triste que haya estado en contacto con ellos desde su preadolescencia, pero los trate como desconocidos:

Las celebridades que se acogieron a un movimiento que intentaba erosionar los derechos de las mujeres conquistadas con tanto esfuerzo y que utilizaron sus plataformas para alentar la transición de menores pueden ahorrarse sus disculpas.

En respuesta a la entrada en vigor de la Ley de Delitos de Odio y Orden Público de Escocia, el pasado abril del presente año, Rowling publicó un hilo de X donde enumeró a varias mujeres transgénero, entre ellas figuras públicas, junto a delincuentes sexuales convictos. Un nuevo intento de conectar a mujeres transgénero con agresores misóginos:

Obviamente, las personas mencionadas en los tuits anteriores no son mujeres en absoluto, sino hombres, todos y cada uno de ellos.

Rowling ha reaccionado sobre el caso de Khelif en el mismo sentido que el resto del contingente antitrans, que incluye indistintamente a otras terfs y a hombres de la extrema derecha, es decir: juzgando sin conocer nada de la información públicamente disponible, o conociéndola sin darle la menor importancia. Nuevamente, ni siquiera se trata de una mujer transgénero, sino de una atleta que siempre ha competido en la categoría femenina y dentro de las normas de la Comisión Olímpica Internacional. Khelif tiene una condición conocida como “hiperandrogenismo” o una alta producción natural de testosterona, hormona producida por mujeres que dan a luz, amamantan y menstrúan, aunque para la autora:

Un hombre que sabe que está protegido por un establishment deportivo misógino que disfruta de la angustia de una mujer a la que acaba de golpear en la cabeza.

Diversas atletas femeninas altamente respetadas, como la gimnasta artística estadounidense Simone Biles, consideran que la postura de Rowling las utiliza como mujeres para apoyar la intolerancia. Todas, todos y, por qué no decirlo, todes, tenemos algún grado de intersexualidad, sea para los estándares de nuestras culturas cambiantes, sea como una serie de particularidades biológicas. Parece que la "poción multijugos" que imaginó la pluma detrás del mundo mágico está reservada para quienes nunca han sufrido por verse en un espejo y no reconocer nada de su propio interior. Ojalá al final todos los armarios queden abiertos.

 

Imagen de portada: JK Rowling, Imane Khelif, Getty.