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¿Por qué motivos la cultura moderna se ve encantada con el paganismo? ¿La película de 1973 El hombre de mimbre qué papel ha jugado en este interés resiente por el mundo precristiano? ¿De qué manera esto es, de hecho, o pro, o anti statu quo?

Hay un renacimiento, un redescubrimiento o una reinterpretación de las prácticas y el folclore paganos en las potencias capitalistas del norte de América y Europa. Entre el aspiracionismo Woke o las tendencias neofascistas, los centennials se refugian también en subculturas virtuales en torno a la Wicca y un presunto retorno romántico a la naturaleza.

Esto ha seguido en ascenso desde la década de los sesenta, o así ha sido, por lo menos, en el Reino Unido, con un fuerte movimiento neopagano que incluye a la mencionada Wicca, al druidismo y al Heathenry. Más de setenta mil personas se identifican como paganos en Inglaterra, Escocia y Gales, en solitario o como miembros de alguna agrupación.

Todo esto fue posible, por lo menos de acuerdo con los entendidos en cine, gracias a The Wicker Man o El hombre de mimbre, película de terror de culto dirigida por Robin Hard y escrita por Anthony Shaffer en 1973, versionando la novela Ritual de David Pinner.

Reconocida por sus imágenes bucólicas y la banda sonora de Paul Giovanni, la cinta parece ser una confrontación entre un paganismo escapista y el malestar de la cultura mayoritaria. Los peculiares habitantes de Summerisle, una remota isla ubicada en el archipiélago de las Hébridas, incluyen a mujeres desnudas que saltan sobre llamas y niños de primaria que cantan sobre sexo alrededor de un palo de mayo. Una historia también de misterio en torno al sargento de policía Neil Howie y su investigación sobre una niña desaparecida.

Este agente encarna la Ley, el rigor, la abstinencia, incluso al poder pastoral al que se refería Michel Foucault, es decir, la investigación exhaustiva de los hechos de un crimen como inspección de la interioridad y extracción de la verdad. Los isleños son, a la vez, oscuros y un sol agresivo. Libres de una camisa de fuerza como pueden serlo ciertos cristianismos, hacen todo a plena vista, pero es tan intensa la claridad que provoca una extraña ceguera. O como escribió el poeta Fernando Pessoa con su sobrenombre de Alberto Caeiro:

No tengo filosofía: tengo sentidos...

Si hablo de la Naturaleza, no es porque sepa lo que es,

Sino porque la amo, y por eso la amo,

Porque cuando amas nunca sabes lo que amas,

Ni por qué amas, ni qué es el amor.

Amar es eterna inocencia,

Y la única inocencia es no pensar.

Los isleños en la película hacen sentir al neopaganismo como la búsqueda de una vida alterna al capitalismo, genuinamente natural y entregada a la disolución dionisíaca del yo. La piedad protestante de Howie es la de un tonto útil, mientras la religión popular de espíritu libre de Summerisle parece confirmar las palabras del filósofo John Stuart Mill:

La moral cristiana tiene todas las características de una reacción; es, en gran parte, una protesta contra el paganismo. Su ideal es negativo más que positivo; pasivo más que activo; inocencia más que nobleza; abstinencia del mal más que búsqueda enérgica del bien: en sus preceptos, el “no debes” predomina indebidamente sobre el “debes”.

El agente de la moral llega a Summerisle para que sus hijas e hijos lo devoren. Primero intentan seducirlo para que muera su moral, y aunque no tienen éxito, había un plan desde el principio por utilizar a Howie en una inmolación ritual, algo que dota a la historia de una moraleja tan directa que puede sentirse grosera: las sospechas sobre las extrañas costumbres de los isleños resultan justificadas al final. ¿Es entonces la película una crítica a la moderación o al libertinaje? Hay peligros en ambas cosas y en su continuidad invisible.

A pesar de remontarse a un pasado antiguo, el paganismo de los habitantes modernos de Summerisle es inseparable de las ideologías que se supone debería rechazar. Este último orden de palabras ya es revelador: el paganismo es otra cosa si necesita rechazar al futuro de la antigüedad, si no puede desincorporarlo de la historia y las mentes.

La película va mostrando con diálogos y detalles que el paganismo de los isleños no es precristiano, sino una adopción relativamente reciente, decidida, además, por quienes dirigen a la comunidad. De acuerdo con el artículo Burning effigies para The Critic, escrito por la investigadora sobre religiones de la Universidad de Cambridge, Perdiz Esmé:

Lord Summerisle es una derivación de la modernidad industrial victoriana, detalle que revela una sorprendente afinidad entre paganismo y capitalismo. Se podría decir que el enfoque pagano en el mundo inmanente, en concreto, su sacralización de la fertilidad y la fecundidad, es lo que hace que sus seguidores sean económicamente fructíferos.

Los movimientos paganos modernos son, a pesar de su romántica pretensión de regresar a un pasado antiguo, productos de una cosmovisión posterior a la Ilustración. La Wicca, por ejemplo, fue inventada en la década de 1940 por Gerald Gardner, un hijo del Imperio Británico que inventó su nueva religión en una rebelión típicamente burguesa contra el cristianismo. Incluso el ritual del hombre de mimbre, resulta que no proviene de la tradición celta, sino de una ilustración del siglo XVIII. Algo de lo que Robin Hardy bien pudo haber sido consciente al crear su irónica obra maestra.

Tanto conceptual como históricamente, el paganismo resulta compatible con el capitalismo moderno. Posiblemente más que el cristianismo y su promoción de la realización de cosas más allá de este mundo, menos propicio para el desencadenamiento de deseos carnales que la cultura del consumo fomenta y que el paganismo sacraliza.

Parecería que la dialéctica imaginaria entre el cristianismo hegemónico y el paganismo subversivo sigue viva. Y, sin embargo, como lo atestigua la propia película, esta dialéctica en última instancia carece de sentido: hoy en día, no existe una hegemonía cristiana conservadora en Gran Bretaña. El credo de la sociedad moderna es el individualismo liberal, lo que hace que el paganismo sea mucho más complementario al ethos del “establishment” que la fe tradicional.

Thom Waite, escritor independiente de arte y cultura, nota también una relación entre el neopaganismo y el individualismo contemporáneo, aunque partiendo de un enfoque que advierte menos una concesión al poder, y más una liberación positiva:

¿Es el paganismo una religión descentralizada basada en comunidades laxas y prácticas individuales diversas, en lugar de textos dogmáticos e instituciones monolíticas, de hecho, el sistema de creencias perfecto para la era de Internet?

Jóvenes de los sesenta y de estos años veinte del siglo XXI encuentran simpatías por el paganismo precisamente por no reducirlo al sacrificio humano, y sí a la Iglesia a la intolerancia y la represión. Ambas acusaciones son reales y ambas no resumen toda la Historia. El paganismo era indisociable del poder de las jerarquías antiguas y de su uso de las personas. Hoy ha dejado de ser lo que sugiere su etimología, religiones de aldeanos o locales, y puede convertirse en una religión de la globalización o en una rebelión de los individuos.

Centrándose en el mundo inmanente en lugar de en abstracciones trascendentes moralizantes, puede convertirse, si se le permite, en un rechazo a la jerarquía en favor de la autorrealización. En una fuerza creativa que busque “retroprogresar”, vivir tanto en la cultura, como en la naturaleza, desde el bienestar compartido y, a la vez, autorreflexivo, ser una salida del capitalismo y no de un mercado común de ideas y trabajo. Puede incluso no rechazar nada, sino ser un no sometimiento, un rechazo a no incorporar, no convivir, no liberar, es decir, un sí. Pasando de El hombre de mimbre a la banda Mägo de Oz, como dice la letra:   

 

Imagen de portada: Christopher Lee como Lord Summerisle en "El hombre de mimbre"