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¿Qué son los juegos de reordenamiento? ¿En qué consiste o cómo se juega un tangram? ¿Cuál es su lugar en la poesía desde una religiosidad barroca? ¿Por qué el poemario 'Tangram' de Aldo Vicencio merece este nombre?

¿Qué tienen en común la poesía y los rompecabezas? Para empezar, tendría que hablarse de la resolución de un acertijo que rompe lo habitual. Encontraría su verdadera imagen como una de nosotros sin dar con una solución buscada, la ausencia de la verdadera imagen . Sería necesario jugar con un “rompealmas”, con una poesía que formará formas.

Un “tangram” o “qīqiǎobǎn” en mandarín, literalmente siete tableros de habilidad , es algo distinto de armar las piezas de un rompecabezas convencional o reconocer qué legos embonan unos con otros. No tiene antes una imagen pintada ni un diseño en partes así de predeterminado. Como juego de disección, los siete polígonos simples de un tangram ofrecen un entretenimiento que parece un sin fin. Los “tans” planos nunca se superponen, sino que la unión inherente solo puede ser sutil y tiene como límite lo sugerido, un esquema minimalista que parece hallarse, parecido al mérito estético de detectar formas en las nubes o las cortezas de los árboles. La inteligencia detrás es solo una sensación de comprobación, un permiso a una casi certeza de que los demás pueden replicar la forma hallada y ver lo mismo.

Posiblemente inventado a finales del siglo XVIII en China, la nación que pretendió ser la forma del centro, el tangram como la poesía en sentido técnico es uno de los muchos “acertijos de reordenamiento” propuestos a lo largo de los siglos. El matemático Liu Hui inventó este juego geométrico para explicar lúdicamente las matemáticas de la “regla de Gougu”. Los equivalentes chinos del juego “stomachion” que inventó Arquímedes para los griegos, y del “teorema de Pitágoras”. Ya en el siglo XX, aparecerían otros acertijos como el “Eternity Puzzle” de Christopher Monckton, un rompecabezas lanzado en 1999 de doscientas nueve piezas todas azules y que juntas integran un gran círculo no visto.

Por su parte, el tangram fue traído por barcos mercantiles a nuestro lado del mundo. Pronto se volvió muy popular en Europa y en América, sobre todo desde la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, siempre han existido actividades ambiciosas que retan a nuestra atención para relocalizar su base objetiva, que hacen preguntarse si una lógica, como un universo, es parte de sí misma, o incluso si una convicción existencial sobre lo bello o lo místico no se. . encierra y puede reposicionar su mirada, la última frontera de lo que puede estar presente.

Ahora, Tangram como meditación en negro sobre blanco es una propuesta en el libro del poeta mexicano Aldo Vicencio, publicada en 2023 por la editorial independiente Vitrali Ediciones y editada por el también poeta y diseñador visual Bruno Bellmer, detrás de su bellísima portada. Este poemario que excede cualquier imagen de presentación puede adquirirse en la librería Marabunta , al sur de la Ciudad de México, así como en las redes sociales de la editorial y en las ferias del libro dentro del territorio mexicano. Solo si se lee a Vicencio se puede recibir el efecto que tienen las formas desconcertadas, el Tangram que prueba que no es solo un objeto mental y pasivo. Un movimiento de lo sutil que resitúa quién es.

Este libro es religioso en el sentido más amplio del término, y es antirreligioso al ponerlo en duda como sinónimo de “escrúpulo” y “religación”. No hay algo absolutamente sagrado, o lo no higiénico, no especial y no santo también sería absolutos. Hay una soberanía no moral y no hermosa, un escrúpulo no iluminado y que iluminaría a quien pudiera ver desde afuera la forma de la distancia . Religarse con ese ser y lugar abierto es imposible o esta relación se fija independientemente de la conciencia. Sin embargo, el despertar poético continúa hacia afuera de lo pasivo y lo activo, o en palabras de Vicencio:

En el índice del insomnio descansa mi nombre.

Descansan las palabras como una mirada que no es suya. La identidad es un número no reservado para nadie y excede las millas de combinaciones posibles del tangram ideado, aunque efectivamente su idea haya excedido a quien diseñó el juego. Esta identidad es católica no en el sentido de un catolicismo religioso, sino de una “religiosidad barroca”, la saturación que deja de ser pasiva gracias a la ambigüedad . En palabras del filósofo Bolívar Echeverría:

…un paradigma barroco se reivindica y se abre lugar… hoy significa amenazar, juzgar y parodiar la economía burguesa, basada en la administración tacaña de los bienes, en su centro y fundamento mismo: el espacio de los signos, el lenguaje, soporte simbólico de la sociedad, garantía de su funcionamiento, de su comunicación.

Esta lectura marxista de lo barroco también se ve excedida por la magia del escrúpulo creativo y la relacionalidad sin modelo. La ambigüedad entre individualismo y razón cultural, las religiones poco reelaboradas y de las grandes síntesis de arquetipos, el yo trágico y la iluminación absolutamente independiente incluso de ser absoluta, generando advertidamente ese mundo de los apegos y las pasiones, ese abajo erótico, o como Escribe Vicencio:

…árbol, su sombra estirada sobre la superficie de mi abdomen…

No hay acertijo eterno ni eternidad por resolver. Hay una “transpoesía” ingeniosa, ganas de reordenar el tangram donde empieza la paz de la acción que continúa sin nosotros, hasta que decimos que parece inactivo, Nirvana búdico, el reino de Dios que empezó antes de que todo se hiciera, y que no cambia porque todo se modifica para siempre. Invitados están a leer y este poemario que lleva otro de los muchos nombres del mundo:

  

fracción de la especie,

umbral:

      escamas adosadas,

      el ensayo de un amor oscuro

cortina abierta, ardor frío

aquí las sombras no nadan

            [el eremita nace de un árbol

espadas, incertidumbre que navegar

apenas oración, adivinación malograda

ante oquedades, espejos de humo

        como canto, niños abandonados

hay ángeles malévolos que sueñan mariposas

este gusto de no ser ni poseer

                                   se arrodilla ante el desierto

animales libanes pecado inocencia

             en el agua, nubes confundidas

               [sin párpados ante la luz

                  ciruelos de lagrimas

entre pasillos la neblina

reiteración de la tarde: éste no-momento

suntuosidad carente

                           coronas de fertilidad

entre dos frescos, cauda circular de palabras

         código de oraciones que se reiteran

          y bordean un ojo de obsidiana en la hierba

lo que vendrá no será recordado ni visto

cráneos entre flores, pétalos entre dientes

las generaciones han renunciado a su linaje y solo dibujan

acantilados de estrellas: el agua del mar solo carcome…


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Imagen de portada: Tangram, Bruno Bellmer, Vitrali Ediciones.