Durante los periodos de confinamiento, cortos o largos, se nos ha invitado a aprovechar el tiempo en casa y realizar diferentes actividades: cocinar nuevas recetas, leer más libros, meditar, descansar y aprender a cuidar plantas.
Sin duda hay demasiadas especies de plantas que son atractivas para tener en casa, para cuidarlas, verlas crecer y dejar que adornen nuestro hogar. Pero las suculentas y cactus son particularmente especiales.
Muchas plantas suculentas se parecen demasiado a algunos cactus, y esto nos puede llevar a pensar que son lo mismo. Esto se debe a que el proceso de su evolución fue paralelo, es decir que ambos tuvieron presiones selectivas muy parecidas y resultaron en morfologías similares.
Otra cosa en común es que ambos son fuertes y rudos por fuera, pero suaves por dentro. Por fuera sus espinas y su cuerpo grueso nos hacen pensar dos veces en acercarnos, por dentro nos recuerdan que el exterior es protección de su propia fragilidad.
Cuando pensamos en estas particulares plantas, automáticamente nos transportamos a las regiones desérticas y aparentemente olvidadas por el clima y la propia vida. ¿Cómo es que algo tan fuerte pero tan frágil puede sobrevivir en esas condiciones?
Es casi como si no fueran de este mundo. Su elegante geometría las hace parecer fabricadas por alguna otra forma de vida, lejos de este planeta.
Más allá de una clase de botánica o de las detalladas páginas de los libros expertos en cactus y suculentas, existen bellísimos testimonios de estos seres en los libros infantiles o libros de ilustración.
Hug Me (Abrázame), de Simona Ciraolo, es un libro infantil que se desarrolla alrededor de la necesidad, o mejor dicho el deseo, de ser abrazados. Felipe es un pequeño cactus que quiere un abrazo, pero su familia no es del tipo que muestra sus emociones a través del contacto. Así que Felipe sale en búsqueda de un amigo para abrazar y ser abrazado.
¿Quién no se identifica con Felipe? Como los cactus, todos tenemos nuestro lado rudo, espinoso incluso, que aleja a los demás y hace que les resulte complicado mostrarnos cariño. Las espinas, aunque muestren rudeza, no son sinónimo de no desear ser tocado por los otros.
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Imagen de portada: Priscilla Du Preez / Unsplash
