«En Tokio, durante la era Meiji, vivían dos prominentes maestros de caracteres opuestos. Uno de ellos, Unsho, instructor de shingon, seguía los preceptos del Buda escrupulosamente. No probaba jamás bebidas alcohólicas, ni ingería alimento alguno a partir de las 11 de la mañana. Por el contrario, Tanzan, el otro maestro, profesor de filosofía en la Universidad Imperial, no respetaba nunca los preceptos. Comía cuando tenía hambre y, si le daba sueño, dormía durante el día.
Unsho decidió ir a visitar a Tanzan. Lo encontró bebiendo alegremente vino, del que se supone que ni una sola gota debe tocar la lengua del budista.
“¡Hola hermano!” –le saludó Tanzan– “¿no quieres un trago?”.
“¡Nunca bebo!” –exclamó Unsho solemnemente.
“Alguien que no bebe no es siquiera humano” –declaró Tanzan.
“¿Quieres decir que me consideras inhumano simplemente porque no consiento en beber líquidos embriagantes?” –exclamó Unsho, irritado– “Si no soy humano, ¿qué soy entonces?”.
“Un Buda” –respondió Tanzan.»
(Cita extraída de: Carne de zen, huesos de zen: antología de historias antiguas del budismo zen)
¿Cuál es el sentido de la anécdota? La interpreto como sigue:
Irónicamente Unsho, creyendose «superior» o más «recto» por cumplir preceptos secundarios y externos, incurre, sin embargo, en la ira, que es una falta mucho más grave en el budismo, una falta interior, que rompe con lo esencial. Una falta sin parangón respecto de aquellos preceptos externos que no atinan directamente a lo esencial, sino que sólo son normas de vida para propiciarlo. Y a pesar de seguir esa normatividad cuyo fin es facilitar un estado sereno e iluminado de conciencia, Unsho no consigue tal estado y va en un flujo inverso a la enseñanza, atosigándose por la ira y desviando su atención de lo esencial a lo accesorio. Tanzan, por otro lado, a pesar de romper los preceptos, está más próximo al Buda, porque su mente es serena, cumple con lo esencial, no habiendo sido tales preceptos necesarios para él, para el cumplimiento de su cometido. Unsho atiende más a preceptos externos, mientras que Tanzan brinda más importancia a aspectos esenciales de la conciencia. En suma, el escrito es una crítica a los formalismos externos vacíos, al exceso de rigorismo, a la rigidez que pierde de vista lo esencial.
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Pintura: Hotei, por Utagawa Kuniyoshi