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Un texto sumamente emotivo, en el que el futbolista uruguayo confronta la felicidad de jugar con la manera en que esto se ha transformado en su vida adulta

Hace un par de días el sitio The Players’ Tribune publicó un texto sumamente emotivo del futbolista uruguayo Edinson Cavani, seleccionado en el equipo de su país e integrante además del equipo francés Paris Saint-Germain. 

El escrito es una carta del Cavani actual –que tiene 31 años de edad– dirigida a su yo del pasado, más especialmente, a su yo niño, cuando Edinson tenía apenas 9 años y vivía en Salto, una región más bien rural de Uruguay.

La emotividad se debe, en buena medida, al contraste que existe entre el futbolista actual y ese pequeño que pateaba un balón en las canchas de Salto. Al adulto exitoso, reconocido, que con su trabajo ha ganado fama, dinero y comodidades, se opone la imagen de un niño cuya familia apenas tenía para pagar el alquiler (y a veces ni siquiera eso), que vivía en una casa donde no siempre había agua caliente y que incluso jugaba descalzo. 

Vives tu vida afuera, con una pelota en los pies. A la manera sudamericana. No conoces otra cosa. Y además, ¿qué hay para hacer adentro? Nada divertido. Nada interesante. No hay PlayStation. No hay televisor grande. Ni siquiera tienes para darte una ducha caliente. Tampoco hay calefacción. En invierno, tu sistema de calefacción serán cuatro frazadas. Cuando necesites darte un baño, tendrás un termo con agua que calentarás en la cocina a querosén. Es muy importante entender cómo combinar el agua fría y la caliente. Parado en la bañera, aprenderás a ser un alquimista.  

Y sin embargo, esto para ti será un lujo. ¿O acaso no te acuerdas de tu primera casa? La que no tenía baño. Esa casa en la que cada vez que tenías que hacer tus necesidades, ¡no te quedaba otra que caminar afuera e ir al pequeño cobertizo!

¿Me dejas contarte un secreto? Cuando ahora recuerdo aquella imagen, no me siento para nada mal. Por algún motivo, me llena de energía. Me da coraje. Es un lindo recuerdo.

No se trata, sin embargo, de un mensaje lastimoso. De hecho, Cavani elogia esos años de limitaciones e incluso los recuerda con cierta nostalgia. ¿Por qué razón? Previsiblemente, porque ese fue el periodo más sincero de su vida, por así decirlo, más auténtico. 

¿Sabes cómo es la vida ahora, a los 31 años de edad?

Vas de un hotel a un bus y de ahí a un campo de entrenamiento. Después del campo de entrenamiento a un bus y a un avión. Del avión vas a otro bus. De ese bus vas a un estadio.

En muchos aspectos, estás viviendo en un sueño. Pero en muchos otros, también eres prisionero de ese sueño. No se puede ir afuera y sentir el sol. No te puedes quitar los botines y jugar en la tierra. Sucederán cosas que harán tu vida complicada. Es inevitable.

Cuando eres un niño, tienes esta sensación de que la persona más exitosa es la que tiene más cosas.

Cuando creces, te das cuenta que la persona más exitosa es la que tiene la sabiduría para vivir la vida.

En concordancia con la idea de espontaneidad que podemos encontrar en la psicología de Erich Fromm, Cavani extraña esos días en que jugaba por el solo placer de hacerlo, sin mayores implicaciones que la posible recompensa de un helado. 

Sentirás a tu corazón latiendo y correrás buscando la pelota, como si fuera el trofeo más grande del mundo. Como si estuvieras jugando por el helado.

Todavía sucede así, según escribe, pero también está todo eso adicional, suplementario, que constituye el mundo de los adultos, por así decirlo: “Hay demasiadas responsabilidades. Demasiada presión. Demasiada vida vivida adentro”, escribe Cavani.

Cuando lo logres en el fútbol profesional, tendrás todo con lo que puedas soñar. Y por esto tendrás que ser extremadamente agradecido. Pero tengo que ser honesto contigo, Pelado. Hay sólo un lugar en el que podrás tener esa libertad total. Y dura 90 minutos, si tienes suerte.

 

En este enlace, el texto completo

 

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