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Investigadores confirman que el aleteo del búho, desafiando la física, no produce prácticamente sonido alguno

Los búhos son seres extraordinarios. No es casualidad que entre múltiples culturas sean considerados como habitantes de las fronteras entre este y otros mundos. Radiante en el filo de lo imperceptible, su casi fantasmal discreción hace de esta ave nocturna una figura asociada a la sabia distancia, a la contemplación panorámica del objeto y el movimiento.

En hermosa sintonía con lo anterior, se comprobó que el vuelo de los búhos no emite prácticamente sonido alguno. Si tomamos en cuenta la complejidad de los movimientos implícitos en su vuelo, y luego la contrastamos con su minúsculo efecto sonoro, es probable que entendamos por qué se considera a estos animales como residentes de un plano distinto --más sutil y elegante-- al nuestro. Además, sobra decir, su casi imperceptible desplazamiento abona significativamente a su mayestática naturaleza.

Investigadores británicos documentaron el sonido emitido por el vuelo de un búho Tyto alba y confirmaron que el ejercicio consistía en prácticamente grabar silencio. Luego lo contrastaron con el vuelo de otras aves, un pichón común (Columbidae) y un halcón peregrino (Falco peregrinus); el resultado fue espectacular. Gracias a un sistema de alta sensibilidad para monitorear sonido se pudo comprobar que el vuelo de un búho, a pesar de su rapidez y precisión, es algo simplemente fantasmal. Lo imperceptible de su desplazamiento se debe a la gentileza de sus movimientos y a una constitución que combina un cuerpo pequeño con amplias alas.  

Cuando un cuerpo se mueve desplaza aire y eso produce sonido. Sin embargo, la gracia cinética del búho le permite casi eludir este principio esencial de la física y desplazarse de manera exógena a este mundo –algo que, por cierto, contrasta con la contundencia del instante preciso en que ase a su presa.   

 

Twitter del autor: @ParadoxeParadis