Tropical Data VIII: Porque surfear sin compartir es peor que vivir sin celebrar
Por: Rafael Toriz - 07/11/2013
Por: Rafael Toriz - 07/11/2013
Vigencia de hombre antiguo. A lo largo casi ocho décadas, el científico y filósofo argentino Mario Bunge (1919) ha destacado globalmente por ser una presencia crítica, sólida y ecuménica que no ha temido enfrentarse contra lo establecido –hasta el día de hoy considera a Heidegger y Wittgenstein dos infames impostores–, las buenas conciencias y, sobre todo, por vertebrar una aproximación a la ciencia, además de debatible, estimulante y vigorosa.
Durante varios años uno de mis principales oficios consistió denostarlo en público y en privado por sectario y conservador, puesto consideraba que su visión sobre el mundo pecaba de cientificista y otorgaba un escaso valor en sus reflexiones a los complejos entramados de las humanidades. Ahora, con la prudencia que otorga la distancia, mientras el lamentable estado de las ciencias sociales y sobre todo impresionado por ser contemporáneo de un hombre que no ha cejado un instante de su existencia en vivir para saber, no puedo sino conmoverme ante la biografía intelectual de Bunge, un hombre honorable que, como los antiguos, morirá en la raya en pos de expandir los horizontes del conocimiento.
Como una muestra de admiración y respeto, consigno la siguiente entrevista con el maestro: “mi vejez empezó a los 90 años, y desde entonces trabajo mucho menos porque me canso mucho más. Me despierto y lo primero que hago es revisar mi e-mail por si hay algún mensaje urgente. Después de bañarme y desayunar me pongo a trabajar en lo que estoy haciendo, o a estudiar, sobre todo revistas científicas. Leo regularmente los semanarios Science y Nature. Las publicaciones filosóficas ya casi ni las miro, no encuentro nada que me interese; me parece que la filosofía está en un punto muy bajo, hay mucha escolástica y pocas ideas nuevas. En cambio, la ciencia siempre se renueva”.
En oposición al pensamiento del científico, que como bien supo Octavio Paz, tiene mucho de poético, comparto un enlace de Héctor Abad Faciolince, que si bien se hace una pertinente pregunta al respecto de cómo es que consigue comer un poeta en sociedades como las nuestras, peca de la vanidad intrínseca de los literatos: “gracias a El olvido que seremos, a anticipos por libros que todavía no he escrito y sobre todo gracias a trabajos periodísticos, puedo vivir muy bien de la escritura. Como los escritores no se jubilan, incluso ahorro para la vejez”.
Para el escritor Guillermo Piro, la necesidad de los escritores de ganarse la papa los empata directamente con los campesinos: “los escritores y los campesinos tienen mucho en común. Enrique IV decía que los campesinos todo lo que quieren es tener un pollo en la mesa todos los domingos. Los escritores también quieren eso. Como los campesinos a veces ni siquiera son lo bastante sabios como para quedarse callados. Así como los campesinos tienen hijos para que cuando sean grandes los mantengan, los escritores escriben libros. Y alimentan sin parar una larga serie de equívocos: son convencionales y falsos como los campesinos que aparecen en las novelas de la vieja George Sand. Presidiarios inocentes, desgraciados retóricos, se muestran a sí mismos agotados por la fatiga de escribir, las manos en el teclado, mirando vagamente un monitor con las pupilas muertas. Hay que decirlo de una vez: el escritor reventando de necesidad, aullando de miseria inclinado sobre el escritorio, no existe”.
Instantes literarios, para su sano disfrute. Por este lado, Los mejores relatos del brasileño Rubem Fonseca en la estupenda traducción de Romeo Tello Garrido. Por este otro, los Diarios de Franz Kafka, aunque desafortunadamente no en la traducción de Juan Rodolfo Wilcock. Más acá, el último libro de cuentos de Julio Cortázar (a quien le habría gustado que Jung se acercara a los vampiros), vilipendiado y celebrado últimamente por séquitos de groupies y de haters que, desde mi perspectiva, sólo demuestran lo poco que lo conocen y aún lo poco que lo leyeron. Aparece mi querido Federico García Lorca con los fascinantes Sonetos del amor oscuro y lo acompaña en ese periplo alucinado y sexual el argentino Ramón Paz con su trilogía de libros fecundamente intitulada Pornosonetos.
Y para terminar con la poesía, Filipo contra los persas de Víctor Cabrera .
Finalmente, para lectores conspicuos, Ensayos de poética y Lingüística y poética de Roman Jakobson.
Pilón: Zen en el arte de escribir, de Ray Bradbury.
La poética como crítica del sentido. “Vivir no es suficiente. Todo el mundo vive. Sentir no es suficiente. Todo el mundo es sensible. La experiencia no basta. El discurso sobre la experiencia, tampoco. Para que haya un poema. No a la ilusión de que vivir precede a escribir. Que ver el mundo modifica la mirada. Cuando es al contrario: la exigencia de un sentido que no es, y la transformación del sentido por todos los sentidos que cambian nuestra relación con el mundo.
Si vivir precede a escribir, la vida no es más que la vida, la escritura no es más que literatura”.
Dinosaur tracking. Where Paleontology meets pop culture. Una delicia preparada por la gente del Instituto Smithsoniano. Para infatuar y orientar a grandes y chicos en los magníficos misterios del tiempo.
Maravillas del Street Art. Ejecutadas por algunos de los mayores artistas en activo del planeta. El sitio y las obras NO TIENEN MADRE. Por otro lado, la gente de Street Art Utopia muestran una curadoria distinta pero igualmente fascinante.
Tome chocolate. Distienda los dedos. Relaje la mano. Ensueñe los ojos.
En caso de que sea usted medievalista. En esta página excelente podrá pasar horas de muy grata lectura rodeado de maravillas en una biblioteca tan nutrida –pero más colorida– que la de Guillermo de Baskerville.
Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Elena Garro, pero no supo cómo preguntar (ni le quisieron responder).
Historias del cine. En la medida en que el cine está hecho de la misma materia que la historia (tiempo, proyección y recuerdo), es posible hacer una historia del siglo XX haciendo una historia del cine. Jean Luc Godard excava en la memoria audiovisual y literaria del siglo, y reescribe su historia mediante un procedimiento arqueológico que entrelaza estratos de textos y de imágenes que las palabras del poema no dejan de evocar. La belleza de Historia del cine es paradójica, fúnebre y vital al mismo tiempo, porque mientras salmodia el fin del siglo y de su arte, anuncia la posibilidad de un cine por venir. Los videos, a la distancia de un click. Enjoy.
La ciudad como abstracción. La ciudad como hipervínculo: la ciudad como una topología espectral que ocurre sobre sí misma, en su representación y en el tiempo; lugares por los que se puede transitar y vivir, territorios que reconocemos con el cuerpo y la mirada: sitios a los que accedemos, fundamentalmente, desde la pantalla. De eso se trata este fascinante proyecto: “HyperCities is a collaborative research platform for traveling back in time to explore city space”.
¿Es el multitasking una nueva forma de la sinestesia? ¿Verdaderamente la capacidad de hacer varias cosas a la vez está transformando la manera en que percibimos la realidad, volviéndonos más agudos? ¿No será preferible abocarse a realizar una sola actividad a la vez? Una de las ventajas de la red —que también es su punto flaco— es la capacidad de proveer una lectura atmosférica, en dolby surround: la lectura como algo que sucede alrededor nuestro: palpable y tangible, casi amniótico. La desventaja es la capacidad de mantenerse concentrado en una sola actividad como, digamos, la lectura del periódico.
Por lo pronto los enfermos de Google ya le están dando al doble mouse, como para que acabes termines con estrabismo.
En este enlace, entregas anteriores de Tropical Data y otras colaboraciones de Rafael Toriz en Pijama Surf.
Twitter del autor: @Ninyagaiden