El fotógrafo amateur Mirosław Świętek asedia furtivamente a los insectos en su semisueño, entre las 3 y 4 de la mañana, cuando yacen en un estado de torpor previo a despertar. Los insectos yacen cubiertos en su sueño sepulcral por el rocío de la mañana, como canalizando un mensaje interdimensional. Acaso recibiendo mantenimiento de las Oficinas de Control Cósmico.
Entre los insectos fotografíados por el polaco Świętek, se destacan las libélulas, estas moscas dragón de colores, con las gotas de agua fusionándose a su piel, haciendo un traje recepto diamantino.
Los insectos exhiben perfectamente la relación entre el macrocosmos y el microcosmos: por una parte parecen dominar la escala de lo diminuto, pero si son vistos de cerca y magnificados, parecen ser monstruos galácticos o tecno quimeras del espacio sideral. Algo que quizás nos aproxima al motivo por el cual, más allá del horror, Kafka trazó con facilidad la metamorfosis de un humano en un insecto o por el cual Edgar Allan Poe confundió un insecto inmediato que yacía en su campo de visión con una criatura gigantesca en el horizonte.