La luz artificial está alterando el calendario natural de las plantas en las ciudades
Ecosistemas
Por: Carolina De La Torre - 06/19/2025
Por: Carolina De La Torre - 06/19/2025
Farolas, escaparates, neones, leds. La ciudad nunca duerme, pero lo que no ve –o no quiere ver– es cómo su luz artificial está desfasando los relojes biológicos de las plantas. Un estudio reciente publicado en Nature Cities confirma que en los centros urbanos, la primavera llega casi dos semanas antes que en el campo y el otoño se retrasa alrededor de once días. La culpa, esta vez, no es solo del calentamiento global: es también de la contaminación lumínica.
Sabíamos que el concreto y el asfalto atrapan calor y que las llamadas “islas de calor” urbanas alteraban el clima local. Pero este nuevo trabajo sugiere que las luces nocturnas están imitando al sol, engañando a los árboles para que broten antes y dejen caer sus hojas más tarde. La temporada de crecimiento se prolonga hasta tres semanas en las ciudades, mientras que en el campo, el ciclo sigue su curso natural.
Los investigadores analizaron datos satelitales de 428 ciudades del hemisferio norte entre 2014 y 2020. Observaron que la intensidad de la luz artificial nocturna crece de manera exponencial desde las afueras rurales hasta el corazón de las urbes. Y aunque la temperatura también influye, el estudio concluye que la luz tiene un efecto más determinante en el calendario de las plantas urbanas.
El fenómeno no es menor: en 378 de las ciudades observadas (el 88,3%), se registraron alteraciones fenológicas. Y aunque los efectos pueden parecer beneficiosos a primera vista –más tiempo para crecer, más hojas, más verde–, lo cierto es que no sabemos del todo qué consecuencias traerá esto para la biodiversidad, la polinización, o la sincronía con otras especies que dependen del ritmo natural de las estaciones.
Además, las ciudades más luminosas no siempre son las más afectadas de la misma manera. En Europa, por ejemplo, el otoño se retrasa más que en Norteamérica, mientras que en primavera ocurre lo contrario. Esto sugiere que el tipo de clima y la tecnología de iluminación también influyen. Los investigadores advierten que el cambio a luces LED –más brillantes y más frías que las lámparas de sodio tradicionales– podría estar intensificando el problema.
La contaminación lumínica ya nos había robado las estrellas. Ahora sabemos que también puede estar reprogramando el lenguaje silencioso de las plantas. Un lenguaje que, a pesar de los neones, sigue hablándonos de equilibrio, de ciclos, de tiempos que no deberían alterarse tan fácilmente.